Con mucha responsabilidad y alegría comencé a escribir en el periódico LA PATRIA en el año 1965. Mi columna se titulaba “Desde mi refugio”. Años después se llamaría “Por si acaso” y hoy “Peregrinajes”. Me invitó a formar parte de la honrosa familia de los periodistas del periódico el recordado José Restrepo, que fue senador de la República. Para elogiar a un senador uno no debería acudir a adjetivos honrosos porque si elegimos senadores es porque pensamos que siendo ellos los autores de las leyes que gobiernan el país deben ser los ciudadanos más honestos, maravillosos, íntegros y ejemplares. La palabra senador debería emplearse entonces para señalar a los ciudadanos más ejemplares del país, sin agregarle adjetivos elogiosos. Desafortunadamente hoy no es así. Si miramos el parlamento actual nos encontramos, Dios mío y Dios de todos, con algunos pícaros y deshonestos, manchados algunos con sangre y peculados. No todos desde luego. Así que para hablar de José Restrepo debo entonces decir que fue un legislador serio, honesto, íntegro y ejemplo de ciudadanos para diferenciarlo de otros que no merecen estos elogios.
Vivo agradecido, además, con José, porque estudiando yo en España envié mi artículo a LA PATRIA, haciendo eco de una divertida burla al dictador Francisco Franco, motivo por el cual me iban a deportar del país malogrando así mis estudios de doctorado en la universidad Complutense de Madrid, pero gracias a la intervención de él, de José Restrepo, no me expulsaron. Hubo una larga época en la que yo escribía mi columna en LA PATRIA todos los días. Le sucedieron a José su hijo Luis José, al que reemplazó Nicolás, quien acaba de morir. Ahora le sucede su primo Jorge Hernán Botero. Quiero recordar hoy a Nicolás, un ser humano integral, cordial, generoso y gran periodista. Su temprana muerte me cogió de sorpresa y desde luego me llenó de tristeza. Yo lo apreciaba y lo admiraba. Condujo sabiamente el periódico en momentos duros de nuestra patria. A su familia y a los colegas del periódico les expreso mi sentimiento de profunda solidaridad. Y también a Manizales y a Caldas porque LA PATRIA es el periódico de “la casa” y del departamento. A Jorge Hernán, el nuevo director, le deseo muchos éxitos en la dirección de “nuestro” periódico. Con profunda alegría en mis viajes por la Colombia profunda, la alejada del centro del país y posiblemente la más bella, me encuentro recortes de LA PATRIA que llevan mis artículos, reposan en manos de indígenas, de colonos y de ciudadanos a quienes se los han enviado desde Manizales porque hablo de ellos y de sus bellas regiones.
Siento enorme alegría cuando me dicen que el único periódico que se acuerda de ellos es LA PATRIA, porque cuando ocasionalmente los tienen en cuenta los periodistas es cuando ocurre alguna tragedia o alguna mala noticia relacionada con ellos o con sus regiones. El más emocionante encuentro ocurrió en Gorgona en la época de los ochenta cuando ya los internos estaban siendo desplazados hacia otros centros carcelarios del interior del país porque la isla se iba convertir en Parque Nacional y encontré allí a un muchacho que me contó que su gran alivio y evasión era leer mis artículos de viaje que le enviaban desde Manizales y me mostró la colección que tenía de ellos. Uno de los grandes y memorables méritos de LA PATRIA fue el haber sido la palestra de los greco-quimbayas. Este grupo de intelectuales entre los que había escritores, políticos, y artistas es uno de los exponentes más altos de la inteligencia colombiana y el periódico fue el medio en el cual publicaron y se dieron a conocer en Colombia y en el mundo. Escribir en LA PATRIA es motivo de inmenso orgullo.
Ahora cuando se pretende hacer de nuestro país un referente mundial del turismo quiero rendir homenaje a uno de los grandes gestores del turismo en el país. Desde hace muchos años el turismo de los colombianos se dirigía merecidamente hacia la costa Atlántica y San Andrés. Cuando se descubrió el inmenso potencial del turismo hacia el interior del país, la zona cafetera y su indefinible paisaje hoy proclamado como “patrimonio cultural e inmaterial de la humanidad” por la Unesco, fue la joya de la corona y en él, el Valle de Cocora, con su mágica belleza y encanto fue pionero indiscutible.