Hace pocos días, la representante demócrata de los Estados Unidos Alexandria Ocasio Cortez, quien dicho sea de paso es la gran revelación de la política norteamericana, con apenas 29 años, presentó una propuesta de resolución en el Congreso denominada Green New Deal (El Nuevo Pacto Verde). Esta propuesta es un muy ambicioso plan de acción estatal que pone en el centro el tema ambiental y más específicamente el calentamiento global. La iniciativa, que acoge el nombre del movimiento Green New Deal-GND, surgido en 2008 en Estados Unidos e Inglaterra, ha sido ya respaldada por más de 60 congresistas demócratas y se ha ganado el rechazo de los sectores más conservadores del partido Republicano, quienes la han llamado un plan socialista. Algunos comentaristas de derecha como Ben Shapiro la llamaron incluso comunista y roja. Obviamente, la propuesta ha sido motivo de mofa por parte del presidente Trump, quien todavía no entiende qué es el calentamiento global, pues por estos días en un tuit volvió a decir que dado que en la parte central de Estados Unidos estaba haciendo un frío de niveles históricos, quedaba probada la inexistencia del calentamiento global, ignorando, en su absoluta torpeza, que esa manifestación de frío era una consecuencia del desarreglo climático del planeta.
El Green New Deal -que busca ser un punto de quiebre en la vida social y política de Estados Unidos, como lo fue el New Deal del presidente Roosevelt en la década de 1930-, es claro en que el principal desafío que enfrenta la sociedad norteamericana y el mundo es el ambiental. Al mismo tiempo, no se presenta como una propuesta de política aislada, sino que se articula con otros elementos con los cuales integra una visión completa de la sociedad.
El GND tiene una carta de derechos sociales y económicos que incluye un plan de empleo tan vigoroso como el de Roosevelt, en esta ocasión centrado en la transformación radical de la infraestructura energética para así tener energías limpias en un 100%; busca mejorar también las condiciones laborales partiendo de un salario que posibilite una vida decorosa; además de garantizar salud y educación para todos, así como vivienda que pueda ser pagada.
Plantea igualmente reducir el descomunal poder de bancos y organizaciones financieras, estableciendo mayores controles estatales e impidiendo la consolidación de gigantes que tengan más poder que el mismo Estado. En cuanto a impuestos establece la progresividad a rajatabla haciendo que los más ricos, compañías y personas, paguen más. A su vez, los derivados financieros deben ser regulados con mayor severidad y operar en mercados abiertos.
En lo ambiental busca incentivar de manera radical las empresas de energías limpias, especialmente pequeñas iniciativas locales. Por otro lado, plantea políticas de empleo y protección para los trabajadores que dependen de lo que se denomina la “economía gris”, o sea la del petróleo, gas y carbón, quienes no pueden ser los que paguen el costo del cambio. En cuanto a investigación estimula el desarrollo de energías limpias, así como la agricultura orgánica y la preservación de bosques.
El Green New Deal establece metas para el 2030, lo cual es poco realista, pero al mismo tiempo esta fecha manda un mensaje de urgencia, pues las profundas transformaciones se deben lograr en corto tiempo o de lo contrario el planeta vivirá una calamidad, la cual ya muestra sus primeras manifestaciones. En su horizonte de tiempo el GND está orientado a influir las elecciones presidenciales de 2020 en Estados Unidos, y sin duda inclinar la balanza para los demócratas.
Si bien este ambicioso plan debe revisar muchos de sus componentes para que sea realizable, sin duda presenta una esperanza para tener un mundo mejor.
Mientras eso pasa en Washington, aquí en Bogotá el Congreso empezará a discutir un Plan de Desarrollo plagado de viejos lugares comunes y mezquindades, y miope ante las verdaderas necesidades del futuro, siendo la primera la salud de la tierra que nos sostiene, que nos da el aire y el alimento.
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