Cumplieron 85 años en mayo. Se llevan seis días. El mayorcito es el padre Diego Jaramillo Cuartas, yarumaleño. Es el mandacallar de la Fundación Minuto de Dios; el menor se intitula Jaime Jaramillo Escobar, pueblorriqueño, poeta.
Ajenos a las vanidades, ninguno de los dos se dejó “matar huevo” el día de su cumpleaños (19 y 25 de mayo).
Ambos son ricos sin plata. El padre Diego colecciona platudos porque en ellos ve mil pobres menos. Millonario en poesía, Jaramillo Escobar se agacha a amarrarse los cordones y se le cae un verso.
El padre Diego cree a Dios, es su “copartidario”. Para Jaramillo Escobar, “Dios murió en una tragedia de Shakespeare… Dios existe pero yo también existo”.
A sus primeros 85 abriles siguen tan campantes, en servicio activo. Descansan camellando.
El padre Diego es aries, Jaime, tauro. Son antípodas en lo divino y en lo humano. Coinciden en la excelencia con la que realizan su trabajo.
Al padre se lo disputan Santa Rosa de Osos y Angostura, donde nació el siervo de Dios, Marianito Eusse; a X-504 lo reclama Betulia porque allá hizo primaria. Le compraba a un tendero amigo los viejos suplementos literarios de El Colombiano. Así inició su recorrido por las letras.
Ninguno de los dos es candidato remplazar a Carlos Raúl Yepes, expresidente de Bancolombia, quien renunció a la gerencia de la visita del papa Francisco a Medellín.
Como papas no vienen todos los días, interesados pasarle hojas de vida al alcalde Federico a quien le daña el almuerzo que las Farc no hayan entregado hasta el último cortauñas. El 8.000 no le gusta ni para jugarlo al chance.
Al padre Diego le cuela el aire en asuntos prácticos su brazo desarmado, Margarita Osorio. Al poeta lo asiste en prosaicas minucias de la cotidianidad el poeta Verano Brisas.
El púlpito del padrecito es el programa de televisión más viejo del mundo; el de Jaramillo es el taller literario que dirige hace años en la Biblioteca Piloto.
Ambos son pequeños: el curita eudista es reducido como el salmo 23; Jaramillo es tan grande como un soneto con solo un terceto.
“Minutico” Diego está pendiente del proceso de canonización del padre García-Herreros, su antecesor; Jaramillo espera que su gurú, Gonzalo Arango, sea exaltado a los altares sin hacer antesala en Roma.
El poeta Jaime escribe sus mejores versos desnudo. Si está cerca un fotógrafo famoso, le posa solo con la radio puesta, como Marilyn Monroe. O cubre las partes pudendas con algún verso cojo.
Como al padre Diego le dicta la castidad, solo se quita en público el alzacuello de clergyman para despistar devotos.
Ambos se ganaron el cielo por cumplir la obra de misericordia número quince: darse al prójimo. Al padre le pueden dar el cielo en plata para sus necesitados, a Jaime en poemas para sus fans.
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