Está a la vuelta de la esquina el cincuentenario de la desaparición jamás justificada del legendario noticiero radial el Repórter Esso, que se preciaba de ser “el primero con las últimas”, lo cual era rigurosamente cierto.
El 2 de diciembre de 1969 salió del aire, tras 27 años de exitosa presencia en el dial, este famoso producto, que fue por largo tiempo el de mayor recordación entre millones de oyentes.
Hablar de este micronoticiero es recordar una parte importante del radioperiodismo en Colombia. El otrora director de la UPI en Bogotá, don Carlos Villar Borda, consignó esta remembranza en su libro La pasión del periodismo:
“La UPI y la Standard Oil Company de New Jersey tenían firmado un contrato que cubría prácticamente a toda América Latina, para transmitir un programa radial que hizo época y que se llamaba El Repórter Esso. La Esso colombiana contrataba las emisoras por las cuales se debía transmitir, y la UPI se limitaba a redactar los boletines. La publicidad corría a cargo de McCann Erickson. Eso representó, en cierta forma, un cambio importante para la radiodifusión de noticias en Colombia. Anteriormente, los radionoticieros se limitaban a leer los periódicos del día, especialmente en las emisiones de las primeras horas de la mañana. El Repórter Esso salía adelante de ellos, porque contábamos con noticias más frescas, que venían por el teletipo, y las nacionales las conseguíamos y confirmábamos directamente desde la oficina. Además, como la auspiciadora del boletín, McCann y la misma UPI eran empresas extranjeras, se exigía una imparcialidad y una objetividad absolutas, frente a las “noticias” que transmitían los otros espacios periodísticos del país. Esta imparcialidad y objetividad no eran difíciles de conseguir, pues la extensión de cada noticia no excedía de las cien palabras, es decir, de tres a cinco renglones escritos a máquina, de manera que el redactor no se podía permitir el lujo de los adjetivos (el mayor enemigo de la objetividad), ni de las frases demasiado largas. Allí aprendí que la radio exige un idioma conciso, muy claro y preciso, que no se preste a ambigüedades. Este boletín era parte de mi trabajo en el nuevo empleo, y como el primero se difundía a las siete de la mañana, debía madrugar a las cinco, para estar en la oficina a tiempo para la preparación de las noticias. Había otros boletines, al mediodía y a las siete de la noche”.
El periodista caldense Daladier Osorio, quien prestó sus servicios a Caracol entre 1963 y 1978, recuerda entre los extras de sus competidores del Repórter Esso la estremecedora primicia sobre la muerte del cura guerrillero Camilo Torres, ocurrida en las montañas de San Vicente de Chucurí, departamento de Santander, el 15 de febrero de 1966. Osorio no integraba la plantilla periodística del prestigioso microboletín, sino la de Última Hora Caracol, que comandaba don Antonio Pardo. Ambos productos, de sintonía avasalladora, se emitían por las mismas ondas de la primera cadena radial colombiana.
Por la redacción de UPI pasaron, entre otros, periodistas de la talla de Julián Escobar, Elkin Mesa, Germán Espinosa, Fernando Buitrago, Aris Vogel, Pedro Acosta y Jaime Zamora.
El recientemente desaparecido maestro Eucario Bermúdez solía hacer esta remembranza desde Miami: “Yo era director de Emisoras Nuevo Mundo. Julián Ospina oficiaba como director general de Caracol. En medio del drama del accidente aéreo en el que pereció nuestro compañero, cerca de Villavicencio, el 10 de enero de 1966, yo esperaba la confirmación de la Aeronáutica para lanzar oficialmente al aire la trágica noticia. Cuando ello ocurrió, di la orden de poner el "extra", que precisamente estaba grabado en la voz de Julián... Cuando me tocó entrar al aire, se me fueron las luces; me tupí; el llanto por el impacto casi no me deja hablar, y en medio del asombro, porque era, repito, la voz de Julián, en la presentación del flash, abriéndole paso a la primicia de su muerte. Finalmente, logré propalar la infausta noticia. De inmediato interrumpimos la programación ordinaria y pasamos a la música clásica, en señal de duelo”.
La apostilla: El mismo día que fue silenciado para siempre El Repórter Esso murió el Premio Esso de Novela, que incentivó a muchos escritores criollos, entre ellos al mítico Gabriel García Márquez, cuando el fabulista macondiano sostenía que era pobre, feliz e indocumentado.
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