En estos días leí unas declaraciones de la canciller alemana Ángela Merkel, en una visita a la Universidad de Berna (Suiza), donde le preguntaban cómo debería enfrentar Europa los peligros de la islamización y el conflicto planteado por extremistas; la primera ministra sorprendió al decir que Europa debía volver a Dios y a la Biblia, para sortear la crisis de la inmigración y los peligros del islamismo. Según la señora Merkel, volver a la Biblia puede llevar al continente europeo a conocer y ocuparse de sus raíces, para hacer frente a las diferencias con los musulmanes. Sobre las reacciones defensivas del pueblo alemán, ante la decisión del gobierno de recibir inmigrantes, dijo: "el miedo nunca fue un buen asesor y las culturas marcadas por el miedo no tienen futuro"; también planteó que le gustaría ver a más personas con el coraje de decir que son creyentes y cristianos, con capacidad de entablar un diálogo a la manera de Jesús https://gaceta.es/noticias/.
Por casualidad, encontré esta historia este 23 de junio, día del Sagrado Corazón de Jesús y recordé una frase que había escuchado muchas veces, en serio y en broma: "Somos el país del Sagrado Corazón". Movida por las palabras de la canciller y con un interés cada vez mayor por la relación entre el mundo y lo espiritual, decidí indagar más y encontré que hay 16 países consagrados al Sagrado Corazón. Colombia fue el tercero en consagrarse, en 1902, por una propuesta del arzobispo de Bogotá al Gobierno Nacional, para pedir el fin de la Guerra de los mil días; esta norma fue declarada inexequible por la Corte Constitucional en 1994, por considerar que iba en contra de la libertad de cultos y de la igualdad, de la Constitución del 91. No sé si hoy haría diferencia que estuviéramos o no consagrados oficialmente; aunque sí es importante que, como colombianos y habitantes de este planeta recordemos que todos necesitamos ser reconocidos, respetados y valorados, como parte de una sociedad interesada en promover bienestar para todos.
Einstein, en su respuesta a la niña que le preguntó si los científicos oraban, dice: "Cualquier persona que esté seriamente involucrada en la búsqueda de la ciencia acaba convenciéndose de que algún tipo de espíritu se hace manifiesto en las leyes del universo, uno enormemente superior al espíritu del hombre (…) la búsqueda de la ciencia lleva a un sentimiento religioso especial". El filósofo inglés Antony Flew, considerado el ateo más vehemente del mundo, sorprendió con su libro ‘Hay un Dios’, en el que desarrolla argumentos sobre la existencia de Dios y afirma estar impresionado por el testimonio de los cristianos. Si aquellos que han dedicado su vida a probar que Dios no existe, empiezan a reconocer que sí hay una fuerza superior que es el origen de todo, tal vez sea hora de reconocer que, los humanos necesitamos un ser superior que nos ayude a encontrar paz, no la de un papel que se firma para que el mundo la vea, sino la que cada uno de nosotros debe tener dentro de su corazón, para ser capaces de entablar un diálogo a la manera de Jesús, como plantea la señora Merkel.
Desde una perspectiva histórica y apartándonos del sentido religioso, la referencia al Sagrado Corazón de Jesús habla de un hombre coherente en su predicación y práctica del amor, con quienes no existían para la sociedad, mujeres, niños, leprosos, pobres y prostitutas. No creo posible hablar de paz y mejores condiciones de vida en el mundo, mientras pensemos que hay personas de segunda categoría que deben resignarse a vivir en condiciones infrahumanas. Coincido con la canciller alemana que, en un momento tan complejo de la historia, debemos volver a las raíces para retomar el rumbo, la Biblia es un libro maravilloso donde los profetas del Antiguo Testamento y Jesús, en el Nuevo, nos muestran una sabiduría que nace del amor y nos guía para enfrentar situaciones complejas. Tal vez en la ecuación de la paz para un mundo mejor, necesitamos incorporar un ingrediente que cada vez está más ausente en las soluciones humanas, Dios.