Unos días antes de las elecciones del 11 de marzo, alguien me preguntó por quién iba a votar, cuando le conté la trayectoria de las mujeres por las cuales me había decidido, me dijo: - Todo muy chévere, pero ellas no van a ganar. El lunes después de las elecciones legislativas alguien a quien admiro mucho por su inteligencia y compromiso con lo público me preguntó: -¿Cómo te fue en los comicios del domingo?- Igual que siempre, no pasaron aquellas mujeres por quienes voté, pero estoy acostumbrada, mis candidatos pocas veces ganan, le respondí. Ahora, en el contexto de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, es común oír como argumento lo siguiente: -“Indudablemente Humberto de la Calle es el mejor candidato, pero no voy a votar por él porque no va a ganar, él debería retirarse.” Antes de que se descubrieran las mentiras del candidato Duque sobre su hoja de vida, en la presentación personal de su página de internet éste se describía como “un James de la política.”
La democracia no es un campeonato de fútbol, la construcción colectiva de lo público no debe entenderse como un escenario de perdedores y ganadores, sino como un espacio donde se debaten las ideas sobre lo que nos conviene a todos: mayorías conservadoras y, en menor medida, liberales, ideologías de izquierda, verdes, provincias y centro, grupos mayoritarios discriminados, migrantes, minorías étnicas, sexuales y religiosas… En ese sentido, reducir la política a la polaridad de izquierda, derecha, Sí y No, ganadores y perdedores hace que el discurso y la participación sobre lo público pierda nivel, profundidad y diversidad. Por eso en época de elecciones resulta contrario al espíritu democrático elegir a un candidato solo por montarse al bus de la victoria. Aquel por el que se vota es el que representa las ideas sobre lo colectivo que usted comparte, no por el que va a ganar. Dejar sin apoyo a ese que representa lo que usted cree que debe ser lo público por el hecho de que no tiene opción de alzarse con la copa (el puesto), es quitarle importancia, preponderancia y participación en el debate a sus convicciones sobre lo colectivo, es dejar sin espacio a sus ideas para que hagan parte de la agenda política. Adicionalmente, en muchos de los casos, votar por aquellos que tienen mayores chances de ganar, solo por el hecho de salir vencedor, es hacerle el juego a los políticos tradicionales que han capturado el sistema electoral con sus maquinarias.
Haciendo un símil con el fútbol, y espero que esto no sirva para que sigamos confundiendo la política con este deporte, es como si la Federación Española decidiera dejar en competencia exclusivamente al Real Madrid, al Barcelona y al Atlético de Madrid porque los demás no tienen posibilidad de ganarse la liga. Así también, con esa misma lógica de que no puntean en las encuestas, los organizadores de la mayoría de los debates de los candidatos a la presidencia que se han desarrollado hasta ahora, han decidido no extender la invitación a participar a las mujeres que aspiraban y aspiran al cargo. Aquí también vale la pena resaltar la cuota de machismo, porque los candidatos Vargas y De la Calle no están tan lejos en las encuestas de Morales y Córdoba.
Tener en el espacio de discusión sobre lo público a un candidato que represente la idea que se tiene del Estado y que este tenga un grupo de seguidores que lo apoyen, también es ganar un poco, aún en el escenario en el que este no salga campeón.
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