Entre las acepciones de diálogo, hay dos que nos pueden iluminar lo vivido en la Cumbre sobre Diálogo Social que convocó, la semana pasada, el procurador general de la Nación, Fernando Carrillo. En efecto, el diccionario de la Academia de la Lengua define diálogo como: “Plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos”, o “discusión o trato en busca de avenencia”. Pues bien, en una gigante mesa rectangular pasaron sentados a la mesa, durante un día entero, unas 40 personas, entre líderes sociales (muchos de ellos amenazados) de comunidades étnicas, campesinas y movimientos sociales, como los impulsadores del paro de Buenaventura; la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, el comisionado de Paz, Miguel Ceballos, más de 10 empresarios de la agroindustria, entre ellos varios presidentes de ingenios azucareros, exministros, el presidente de la Comisión de la Verdad, funcionarios de la Procuraduría y la Defensoría, los presidentes de los partidos políticos, entre ellos Rodrigo Londoño, antiguo guerrillero, y algunos académicos. Todos sentados a la mesa, como iguales, con invitados internacionales y nacionales que comentaron experiencias de diálogo social exitosas.
Experiencias de Brasil, España, Chile y Perú, fueron combinadas con tres experiencias nacionales muy dicientes: los diálogos improbables entre allegados a los exguerrilleros y los exparamilitares en el departamento del Cesar, el trabajo del grupo sobre minería GDIAM, el diálogo sobre norte del Cauca y Buenaventura de Calima sobre escenarios de futuros posibles para esas regiones. Y todo con un solo interés: aprender de ellas para reafirmar que es por la vía del diálogo y no de la violencia que podemos construir un nuevo país. De todas estas experiencias, aparecen procesos, metodologías, actores, convocatorias, seguimientos, etc. que pueden dar elementos fundamentales para organizar el diálogo social en el país.
El procurador Carrillo, y el apoyo del Instituto de Estudios Interculturales de la Universidad Javeriana de Cali, lograron hacer un ejercicio simbólico pero que podrá ser el inicio de un relanzamiento del diálogo como instrumento de cohesión nacional. Como bien lo dijo el profesor Manuel Ramiro Muñoz, director del Instituto, hay diálogos difíciles, hay diálogos audaces y diálogos imposibles, que se pueden propiciar y generar un valor de reconstrucción del tejido social.
Mientras ellos dialogaban, en el parqueadero del certamen estaban 350 personas armadas entre escoltas y policías, que conformaban los esquemas de seguridad de los convocados. Su presencia fue el recuerdo de la trágica, cruel y violenta historia reciente del país.
Se reafirmó al final de la reunión que para erradicar de forma definitiva la violencia de nuestro país requerimos que el diálogo social se imponga como método para lograr nuevos consensos sociales.
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