La historia de la medicina colombiana relata la manera como se lograba el inicio del ejercicio de la profesión al terminar los estudios universitarios. Era obligatorio para obtener el título de doctor en Medicina y Cirugía haber realizado un trabajo teórico de recopilación o de investigación, a la usanza de la época hasta casi el fin de la primera mitad del siglo XX.
El documento denominado tesis tenía sus propias reglas dadas por cada universidad, se desarrollaba bajo la tutela de un presidente y al término era sustentado públicamente ante un jurado designado por la institución académica. De los resultados dependía la obtención del título. La valoración del trabajo podía llegar a ser excelsa por lo que se le asignaba la connotación de Cum laude, o sus variables, pudiendo ser interpretada como: Con máximos honores.
El Estado, por razones académicas y sociales, dio la oportunidad del cambio de la tesis por el trabajo de un año en las actividades propias de la profesión en áreas de la salud: Medicina primero, luego odontología, más tarde enfermería y finalmente bacteriología.
Con ello se pretendía que las sociedades contaran con profesionales recién egresados titulados que ofrecieran su trabajo y el Estado, preferencialmente, tuviera hospitales con estructuras sanitarias adecuadas, influencia francesa, para el ejercicio de la época.
Cuatro características se impusieron: Servicio, social, obligatorio y por un año. Así transcurrieron más de 30 años, hasta cuando comenzaron a aparecer variables, que anuncia periódicamente el Ministerio de Salud.
En la actualidad es necesario revisar profundamente este servicio para ejercer en el territorio nacional.
Su connotación es muy amplia y debe tomarse en el sentido del ejercicio de la profesión, que como todas son una ayuda a las sociedades bajo diferentes modalidades. A diferencia de ayer, cuando la remuneración no existía o era mínima, y se entendía el trabajo como una contribución retributiva a sus estudios en beneficio de los pueblos, hoy reciben, afortunadamente, salarios con sus prestaciones, aunque todavía existen inequidades.
Cientos de lugares fueron habilitados para ejercer, y millones de personas se beneficiaron con la presencia de ellos. Ahora, cada vez se restringen más los lugares para su práctica, denominados plazas, y cada semestre se gradúan más profesionales, por lo que hay un distanciamiento notorio entre la oferta y la demanda.
Lo social no implica ahora gratuidad en el servicio, ello se refiere a la acción del recién titulado en beneficio de las sociedades que lo requieren. La característica se estableció cuando las mencionadas profesiones de la salud debían intervenir en una actividad eminentemente privada, lo estatal quedaba restringido al hospital, antigua y peyorativamente llamado de caridad, sin importar su connotación jurídica.
Debe seguir siendo social, en toda su extensión. Las ciencias de la salud tienen la obligación de ser sociales en cuanto beneficien al ser humano en primera instancia. Para otros profesionales la persona ocupará iguales desvelos a diferentes tiempos y espacios, pero siempre será un mandato ineludible.
Lo obligatorio ha quedado en el olvido, ahora se obvia por diferentes mecanismos que deben ser analizados. Es necesario establecer lo que necesitan las sociedades, las instituciones y los profesionales.
En el campo práctico son profesionales en una institución de salud, en medio de una soledad tenebrosa que puede comprometer su ejercicio y los derechos de las poblaciones. Ello sin considerar la falta de experiencia mínima deseable que debe tener una persona a cargo de una población en un fin de semana, festivo o noche.
Todo es un sistema de falencias en donde las unidades de mayor complejidad de atención están restringidas para la atención de las remisiones desde la periferia, y quien termina siendo el culpable es el médico que supuestamente está en servicio social.
Así como la educación médica necesita de una reforma amplia, las actividades de los médicos generales, aún mal denominados rurales, deben ser revisadas sin demora por el Ministerio de Salud. La soledad los perturba y la falta de asesoría científica, presencial y oportuna, los mantiene inseguros.
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