Les puedo asegurar a mis lectores amigos, y a los que no lo son tanto, que muchas veces hago mis mejores esfuerzos por hacer que mis comentarios en esta columna sean de verdadero optimismo, porque después de haber alcanzado una altísima cumbre de años de vida, qué más quisiera que transmitir siempre buenas noticias y poder levantarme todas las mañanas con la euforia con que se levantan los adolescentes, sobre todo cuando no tienen que ir a colegio.
Pero desafortunadamente necesito la colaboración de todos ustedes para no caer en la depresión que nos envuelve desde la primera hora del día con las informaciones que nos traen los medios de comunicación.
La semana pasada tuvimos la oleada de terrorismo de los asesinos del Eln, que en forma inhumana masacraron a seis policías que se preparaban a iniciar sus tareas de vigilancia en Barranquilla. Este cobarde ataque nos estremeció, pero pasado el primer impacto y nos olvidamos tanto de los muertos, como, lo que es peor, de los niños que quedaron huérfanos y de las pobres viudas que hoy no saben cómo alimentarlos.
Lo que pasa donde nuestros vecinos repercute en nuestras entrañas y el daño es igual de grave, al punto que tenemos que vivir con los ojos bien abiertos porque las amenazas son permanentes, y cuando llegue la extrema desesperación de los dictadores venezolanos, toda el agua sucia, como lo están haciendo, nos va a caer encima con las funestas consecuencias que puede traer un enfrentamiento armado para toda la región.
Pero algo que estremece aún más profundamente, es lo que pasó este miércoles en el Estado de La Florida, en un colegio del condado de Broward. Los cientos de asesinatos que cometen permanentemente unos dementes francotiradores, jóvenes la mayoría de ellos, nos sacan de nuestro entorno y nos llevan a los países más civilizados del mundo, donde también suceden hechos que por la crueldad, las consecuencias y las víctimas, pequeños niños de colegio, borran cualquier reacción mundial ante el panorama de los espantosos asesinatos.
Como si fuera poco, la primera declaración del presidente Trump, en lugar de repudiar de inmediato este espantoso acto y proponer la restricción total de las armas letales, se le ocurrió decir que en todos los colegios de USA deben tener más armas para su defensa. ¡Qué nos puede esperar!
Se nos vienen encima las elecciones que marcarán la ruta que seguiremos en los próximos años, y que por lo tanto serán definitivas para el futuro de nuestros hijos. No quiero hacer más comentarios pesimistas, pero sí anotar que debemos pensar que hay asuntos más importantes para la paz de las elecciones que poner al Congreso a discutir si el día de la votación se puede o no vender licor. Mucha pendejada para un momento tan crucial. Puras cortinas de humo para tapar los fracasos.
P.D.: Las leyes son una curiosa tela de araña: Las moscas grandes pasan con facilidad, en cambio las pequeñas se quedan atrapadas.
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