Me parece de suma importancia que los padres de familia, de nuestros estudiantes universitarios, conozcan lo que hacemos para que sus hijos e hijas no solo se formen como profesionales competentes e idóneos, sino que sepan que durante el tiempo que viven en la universidad tenemos un propósito central en el asunto del Bien-Estar y del Bien-Ser: fortalecemos la formación integral a través de programas de acompañamiento de tal manera que permitan su vinculación a la vida universitaria.
Deben saber que en las universidades nos empeñamos en diseñar estrategias de apoyo pedagógico, socio-económico, psicosocial y de promoción de la salud. La idea que nos ocupa es prestarle una muy juiciosa atención a los retos y roles emergentes que potencien el desarrollo humano. Estos estarían orientados no solo a la formación profesional, sino también a la formación de ciudadanos que contribuyan con la transformación de las realidades a las que se enfrentan.
En este sentido, es importante hacer énfasis en el concepto de integralidad, puesto que la educación universitaria, pensada así, considera no solo los factores cognoscitivos, sino igualmente aquellos que les facilitan a los discentes posibilidades de comprensión y vinculación con el entorno y el ejercicio respectivo de su responsabilidad con la sociedad que, a todas luces, debe ser moral. Por eso, hacemos hincapié en las dimensiones biológica, psicoafectiva, intelectual, social, axiológica, política y cultural.
El concepto de Bien-Estar universitario, en el panorama nacional, surgió en la legislación colombiana por medio de la Ley 68 de 1935, bajo la presidencia de Alfonso López Pumarejo, solo que con la Ley 30 del 28 de diciembre de 1992, se define con mayor precisión el Bien-Estar como la condición esencial para el buen ser y el buen obrar de la sociedad universitaria en todos sus estamentos, y que referencia todas las funciones misionales de la universidad. Sin lugar a dudas, el Bien-Estar y el Bien-Ser son un eje sustantivo del desarrollo humano.
La Educación Superior señala los horizontes que la justifican para contribuir con una sociedad plural y abierta, que facilite la consolidación y fortalecimiento de la democracia. Y, precisamente aquí, cobra alta relevancia la formación ciudadana como un hecho moral, el que visto desde las ópticas del Bien-Estar y del Bien-Ser facilita la comprensión de las circunstancias que sufren cientos de ciudadanos al ser excluidos y tratados de manera injusta, desigual e insolidaria.
Alguna vez la Comisión de Sabios en el año de 1996 dijo que en Colombia estaban dadas las condiciones para lograr un cambio, y que éste debería ser asumido desde la educación. Explícitamente lo plantearon así: “Colombia requiere un nuevo sistema educativo que fomente habilidades científicas y tecnológicas, así como culturales y socio-económicas. Ello permitirá una reestructuración conceptual y organizativa, una reorientación del imaginario colectivo y la generación de nuevos valores, comportamientos aptitudes cognitivas y prácticas organizacionales adaptadas al mundo moderno (…)”.
Creo que este propósito de los Sabios continúa siendo vigente. Su visión aguda sustentada en estadísticas y cifras que registran la pobreza y la exclusión, permite pensar en el por qué el diseño de estrategias y planes de acción en materia de Bien-Estar y de Bien-Ser universitario se convierte en una herramienta sustantiva para lograr formar profesionales ciudadanos que construyan una sólida cultura política.
Lo dije al comienzo de esta columna: las universidades tienen el propósito fundamental de fortalecer el enorme potencial humano que per se existen en nuestros estudiantes y en sus familias. Los padres de familia deben saber que el Bien-Estar y el Bien-Ser están sustentados en áreas de suma importancia: calidad de la educación, responsabilidad social, y promoción y prevención de la salud. En esta última, se tienen en cuenta asuntos como la discapacidad, el género, las poblaciones vulnerables: indígenas y afro descendientes, los desterritorializados, y los ciudadanos de bajos recursos económicos. De igual manera, estimulamos hábitos saludables y mantenemos una actividad constante en la formación artística y cultural, sin dejar por fuera la cultura deportiva, recreativa y competitiva.
Esto es lo que los padres de familia deben saber y conocer, máxime porque han depositado su confianza en las universidades. Tal es nuestra visión de formación de profesionales ciudadanos.
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