El 7 de agosto de 2022, estará posesionándose, salvo que suceda algo extraordinario, el presidente sucesor de Iván Duque; para entonces, ya tendremos por fin el nuevo Aeropuerto del Café: no iniciado, ni con estudios, ni los primeros 500 metros ni nada que se le parezca: funcionando como prometió el Presidente electo en su visita a Manizales el pasado 10 de junio: “espero aterrizar en el Aeropuerto del Café”. Y es que cuatro años puede ser mucho, pero para hacer el aeropuerto, habría que arrancar y ya. El megaaeropuerto de Hong Kong, por ejemplo, construido sobre una isla artificial, tardó 7 años en su construcción, idéntico tiempo que se tomó la construcción de los 4.100 metros de pista del aeropuerto de Quito. Por eso yo no deseo que a Duque le vaya bien: yo espero que cumpla que es distinto. La política no es como el amor, se mide es con hechos concretos, sin retórica. Y en esta gesta por el necesitado aeropuerto, ya es hora también, que los líderes, políticos y amigos de Pereira tomen conciencia, que así como a La Nubia hace rato le llegó el ocaso, al Matecaña también. Son aeropuertos viejos, antitécnicos e inseguros. Hace unos pocos meses por ejemplo, la firma de consultoría española Aertec Solutions, experta en aeronáutica, afirmó que era necesario trasladar el cementerio que se encuentra adyacente al aeropuerto de Pereira, para ampliar su pista. Que ya no tengan que expropiar la tierra de los vivos sino de los pobres muertos, muestran el encierro y el ahogamiento que lentamente van opacando dicho aeropuerto. En lo particular, nunca he tenido problema, como muchos caldenses en ir hasta el aeropuerto de Pereira, donde a pesar de las limitaciones, en términos generales ha habido un buen servicio. Pero, ya es hora de reconocer con cabeza fría, sobre la inviabilidad hacia el futuro del Matecaña, fundamentalmente por estar ubicado en plena área urbana y por su imposibilidad de ofrecer un crecimiento eficiente. Todo lo contrario sucede, con la construcción de un aeropuerto para la región en el municipio de Palestina, que sí garantizaría todas las condiciones de seguridad y operación, que en la actualidad demandan los aeropuertos modernos, y eso sin contar que sería cero kilómetros, toda una goma. Los líderes políticos de la región del Eje Cafetero, tienen la obligación de abandonar las vanidades locales y apostar por grandes proyectos de región, como un aeropuerto de verdad, y que como van las cosas, solo el llamado del Café, estaría en capacidad de responder a las exigentes normas internacionales de tráfico aéreo comercial. ¿Y por qué no señor Alcalde de Pereira? No comparto que los proyectos de integración regional para el Eje Cafetero solo se planteen en términos no estructurales, que obedecen más a una diplomacia colaboracionista de bajo impacto, pues resulta incomprensible, que mientras se hacen millonarias obras en la interconexión vial como la doble calzada, se obre en sentido contrario cuando se trata de la movilidad aérea. Quienes hacemos parte del llamado paisaje cultural cafetero, merecemos que nuestras identidades no se rompan por los manidos y mal acostumbrados intereses particulares de quienes teniendo la obligación de hacer prevalecer intereses generales, se arropan en egoísmos sospechosos y baladíes. Con gusto y sin problema muchos caldenses seguimos acudiendo al Matecaña; ¿por qué no habrían de hacer lo mismo los risaraldenses yendo a Palestina? Acaso no dijo el presidente electo, amado en estas tierras por demás, que ¿“el futuro es de todos”? o era puro cuento. Así que dejen esos difuntos descansar en paz y bienvenidos al Aeropuerto del Café.
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