La reciente venida a Colombia del papa Francisco generó todo tipo de sentimientos, simpatías y algunas antipatías, como todo en la vida. Además del fervor católico, los mensajes de Whatsapp reproducían sin cesar, las proclamas del papa. Muchos de los columnistas más racionales y escépticos, reconocían en sus escritos las virtudes y mensajes del jefe máximo de la Iglesia católica. Su visita fue considerada un bálsamo a tanta tensión generada por muchos de nuestros queridos políticos. Pero ¿de donde provenían las acciones y palabras del papa que tanto gustaron a los colombianos? Primero, su condición latinoamericana y el gusto por el fútbol. El resto, el discurso, provenía obvio de su tradición jesuita, esa de la que hablan en el Cinep los padres Francisco de Roux y Fernán González, ilustres académicos que han estudiado en serio los problemas sociales de este país. Pero la estructura teórica que Francisco pretende transmitir se encuentra en su carta, propuesta programática o exhortación apostólica de su mandato denominada Evangelii gaudium o la Alegría de Evangelio, del 24 de noviembre del 2013. Recordemos que en mayo de 2015, ya se había apuntado un hit, con la famosa encíclica Laudato Si, sobre el cuidado de la casa común, todo un documento en defensa del medio ambiente. Si usted lee los 288 artículos del Evangelii gaudium, se dará cuenta que si a Santos le dieron el nobel de la Paz por lo que hizo en Colombia al papa Francisco le deberían dar varios, por lo que está haciendo por la humanidad. De este documento, se resaltan temas contundentes, como la inclusión social de los pobres, la paz y el diálogo social. La exhortación del papa Francisco clama expresamente por un “no a una economía de exclusión” indicando por ejemplo (artículo 53) que “no puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa”. Rechaza la teoría del “derrame” según la cual “todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo”. Ni qué decir del llamamiento a la ética, como presupuesto de una gran reforma financiera, en razón de la existencia de un dinero que en vez de servir gobierna. El Evangelii gaudium, más que una exhortación apostólica, es una proclama social, ética, política, moral y económica, donde sus más grandes retos están dentro de la propia Iglesia Católica. Casos como los del vicario pastoral de la Arquidiócesis de Manizales, Octavio Barrientos quien lanzara maldiciones por temas de dinero, o los de José Galat y su asesor Teológico de Teleamiga, el politólogo Rafael Arango Rodríguez, quienes expresamente califican a “Bergoglio” (como lo suelen llamar) de comunista, o los del mismo Lefebvrista y defensor de la misa en latín Alejandro Ordóñez, actúan en contra de la necesidad de una transformación y renovación de la iglesia, que superen según el artículo 33 de la exhortación, el famoso “siempre se ha hecho así”. Por eso, no deja de llamar la atención, que en la misa dominical del pasado 10 de septiembre, último día del papa en Colombia, muchos sacerdotes, no hicieron la más mínima alusión a la presencia de su máximo jefe espiritual. ¿tan raro no? En fin, el documento papal es también un llamamiento al desarrollo de una justicia social, que requiere cambios drásticos. No en vano, en el libro escrito por el papa “La Iglesia de la Misericordia” (Aguilar, 2014) manifiesta de manera categórica: ‘Un cristiano, si no es revolucionario, en este tiempo, ¡no es cristiano!
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