Advertencia preliminar. Me gusta el fútbol y tengo todos los álbumes de Panini de los mundiales. Luego, sé de lo que estoy hablando. Y ponerse la camiseta amarilla de la selección Colombia tiene su encanto, une a petristas y uribistas; es un bálsamo contra todo mal. Sin embargo, me llamó la atención el precario despliegue que muchos medios de comunicación, especialmente deportivos hicieron sobre la condena a prisión contra Falcao.
Hagamos memoria: La Fiscalía provincial de Madrid, presentó denuncia el 18 de abril de 2017 contra el jugador colombiano Radamel Falcao García, por haber defraudado al Estado español, en la media bobadita de 5.661.862 euros (a pesos colombianos, más de diecinueve mil millones). Las “faltas” consistieron en haber omitido intencionalmente sus ingresos como jugador, en la respectiva declaración de IRPF (Impuesto Sobre la Renta de Personas Físicas). Según relata el diario El País de España, Falcao pretendía desfalcar las finanzas públicas de dicho país a través de la creación de dos sociedades, a saber: Business Tiger SAS con domicilio en Bogotá, administrada por su tío Román y su esposa Lorelei, y Fardey Overseas S.A con domicilio en Islas Vírgenes (paraísos fiscales), empresa que a su vez participaba en el capital de Mandrin Nominees S.A de Panamá. A través de estas compañías se simuló el traspaso de sus derechos de imagen. Cualquier parecido con los famosos “Panamá papers” es pura coincidencia.
Lo cierto del caso es que el pasado 23 de mayo fue condenado por la justicia española, ante la sección 29 de la Audiencia Provincial de Madrid, a la pena de 16 meses de prisión, por los delitos de fraude fiscal, la cual pudo suspenderse a cambio de tener que pagar en favor del Estado Español una suma superior a los 9 millones de euros (mal contados unos veintisiete mil millones de pesos). El golazo de Falcao a la hacienda ibérica terminó siendo anulado, ya que su sistema de justicia logró demostrar el fraude fiscal y la falsa cesión de sus derechos a través de ese entramado de sociedades.
Pero mientras España lo condenaba, en Colombia, al día siguiente, de premio le daban la cinta de capitán, y el presidente Santos le entregaba la bandera de Colombia. ¡Ah, es que eso sí es hacer Patria! No dudo que es posible que Falcao estuviera mal asesorado, pero las responsabilidades son personales y no se trataba de un desconocido, y para un país que como Colombia tiene fama de fragilidad en su sistema legal, este tipo de hechos lo dejan muy mal parado frente a la comunidad internacional.
Claro, pero a quién le importa si estamos hablando es de fútbol, toda una pasión, una religión, donde los jugadores son vistos sin mácula alguna, no en vano por eso les dicen “ídolos”, porque son como dioses. Y es de tal grado la descomposición moral de nuestro país, que muchos empresarios, políticos y jugadores de fútbol, como “la pobre viejecita”, son insaciables económicamente y dan pésimos ejemplos de lo que debe ser un comportamiento ético y decoroso. Por eso Falcao no merecía estar en la Selección, pues es preferible un equipo de “troncos” pero con altura moral, y no unos goleadores de la ley, para quienes no aplica la máxima Mockusiana “no todo vale”. Pero Falcao tiene los atributos que lo hacen infalible: fama, dinero y poder. Por menos, muchos internos están ocupando las cárceles colombianas. En últimas, el pueblo absuelve lo que la justicia condena; por eso, como decía un amigo mío, “¡qué moral ni que ocho cuartos, vámonos a ver los partidos y que viva Falcao!”.
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