Oímos hablar con desfachatez y sin vergüenza de la “malicia indígena”, como una artimaña utilizada por los inescrupulosos y deshonestos, para cometer fraudes y estafar a las compañías de seguros. Se creen “vivos”, pero es uno de los grandes estigmas que tenemos en nuestra sociedad, plagada de tramposos, mentirosos, estafadores, simuladores y negociantes de mala fe.
Creen que las mentiras son piadosas, que no les pasa nada, que la impunidad los cubre. Están equivocados quienes hacen uso indebido de un seguro establecido para la atención de las víctimas de los accidentes de tránsito, de los cuales nadie está exento, y para los que se pensó, estructuró y puso en vigencia en Colombia.
La falta de principios éticos y morales, la distorsionada concepción de la honestidad como un precepto superficial, no esencial en la vida, han hecho que los tramposos, los mentirosos, los farsantes, los inescrupulosos y los negociantes hagan de las suyas con ese seguro, defraudando la fe pública, engañando personas, entidades y aseguradoras. Creen que nada les pasa. Lo consideran mal menor. La verdad es una modalidad de robo y estafa, en la que se acomodan hechos no ocurridos, para tener la protección de una póliza no pensada para eso.
Sabemos que el costo de esos fraudes vale miles de millones de pesos. Se aprovechan fraudulentamente, entidades de salud, médicos deshonestos e inescrupulosos, “empresas” de fachada que hacen los trámites para que la trampa parezca cierta y no deje dudas. Eso lo hacen los tramposos, que buscan beneficiarse indebidamente de las coberturas que ofrecen dichas pólizas, malgastando, robando, estafando a los seguros, con la complicidad de muchos actores en el ámbito de su cubrimiento: conductores de ambulancias, personal paramédico, personal médico, odontólogos, que encontraron en el SOAT una mina, de la cual sacan sin vergüenza alguna, dineros que no les corresponden, engañando a las aseguradoras, o a los prestadores de servicios de salud decentes, honestos y bien intencionados, que no ven la trampa, el sobrecosto, el engaño, la estafa, como una manera de ganarse la vida con dignidad, trabajando con honradez, sin entrar en el juego de grupos y personas, que se encargan de burlar las leyes y hacer el uso fraudulento de esos seguros, para obtener ganancias que no les corresponden, o servicios a los que no tienen derecho por ese medio.
Lamentablemente es una actividad cotidiana que muchos realizan sin que les importe, porque en sus mentes “astutas”, las mentiras, el desparpajo indecente, la falta de principios éticos, la falta de honestidad y honradez, son bagatelas. Los tiene sin cuidado, convencidos como están, pueden defraudar a las compañías o a las personas, engañándolas y estafándolas en su buena fe. Hace parte de la subcultura del lucro indigno de los que se prestan para las trampas, de los que violan la ley sin que les importe, solo porque la mayoría de las veces no les pasa nada, o porque no han visto acciones determinantes de las compañías, para poner en cintura y judicializar a los tramposos y mentirosos.
“Acciones concretas como la implementación de los procesos de investigación, los análisis de modalidades, la frecuencia y ubicación geográfica, los materiales probatorios, las auto auditorías y reinspecciones, así como la contratación de personal y proveedores especializados en prevención, hacen parte de las múltiples iniciativas por parte de algunas compañías de Seguros para contrarrestar las diversas modalidades de fraude en los seguros”.
Los inescrupulosos en el gremio médico, obtienen jugosos dividendos, deshonestos por supuesto, inflando las cuentas, cobrando materiales que no utilizaron y que creen son de difícil detección, para elevar los costos en muchos millones de pesos, sin que les importe y sin que las compañías hayan demostrado que castigan y judicializan al tramposo. Multiplicar los sobrecostos cobrados por cada paciente, por cientos o miles de pacientes, produce ganancias indignas de muchos millones de pesos por mes, sin que se sientan vergüenza.
Odontólogos que pagan al personal de clínicas y de transporte para que les remitan pacientes y hacer tratamientos fraudulentos, cobrando millones amparados en la aparente impunidad de la trampa.
Pacientes que declaran accidentes de tránsito falsos, originado en circunstancias distintas, accidentes caseros, deportes de alto riesgo, son una desgracia para nuestra sociedad, cansada de tanto tramposo, estafador y mentiroso, que cree que mentir es una acción digna de admiración.
El que induce a otro en error, con artificios o engaños y obtenga provecho ilícito para sí o para un tercero con perjuicio ajeno, incurrirá en un delito, a error o juicio falso de quien sufre el engaño, para obtener, por ese medio, un provecho ilícito, con la sucesión causal entre el artificio o engaño y el error, y entre éste y el provecho que refluye en daño patrimonial ajeno.
“En el sector asegurador usualmente se le llama fraude, como quiera que el mismo se define como: engaño, abuso y maniobra inescrupulosa. Por ese tipo de delitos, una persona puede ir a la cárcel entre 5 y 12 años”.
¿Cuándo las compañías de seguros tomaran acciones? Esperemos lo hagan pronto, para acabar con ese cartel de deshonestos que creen tener impunidad especial ante la majestad de la Justicia.
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