Más de una vez nos hemos preguntado por qué nos suceden ciertas cosas que son injustas, se salen de toda rectitud, desvían o ponen a girar las certezas de la fe: acusaciones injustas, abandonos sin explicación o razón, indiferencias que duelen, ingratitudes que laceran.
A una joven le sucedió algo semejante: audaz, fuerte, comprometida con su patria y su fe, luchadora por la libertad y sin embargo acusada de traición. Es la historia, muchas veces llevada al teatro y al cine de aquella jovencita que con apenas trece años de edad, campesina ella, se siente llamada e impulsada por Dios, dice ella, a luchar por la liberación de Francia de los ataques ingleses que pretenden absorber cultura y territorios para la corona británica.
Ella se presenta ante el Delfín de Francia que luego será coronado como el rey Carlos VII, en Reims, y por el momento recibe el apoyo y se le confía estar al frente de los soldados que batallan por la defensa francesa; casi con una armadura que le queda grande, como le quedó a David para la lucha contra el gigantón y matón Goliat, esta jovencita se luce por su ardentía, estrategias y don de mando.
Ya tiene dieciocho años y es reconocida como heroína nacional, estratega militar y defensora del pueblo; pero los honores provocan envidias en mentes orgullosas y el rey entra en celos, la envía a prisión por traición patria y después de oscuros y mentirosos juicios es condenada a morir en la hoguera condenada como bruja por sus visiones, así llamadas las opiniones que ella desde su profunda oración cristiana daba al rey y la corte francesa.
El 30 de mayo de 1431 la heroína defensora en Orleans es quemada como bruja en la plaza del pueblo de Rouen: ese día, a sus diecinueve años, el humo subía como antorcha que reclamaba justicia, la que llegó en 1456 cuando un tribunal francés la absolvió de todas las acusaciones y la declaró insignia y heroína nacional.
Es la vida de Santa Juana de Arco: joven que en nombre de la fe se ofreció para luchar por su tierra con los métodos que eran considerados viables en su época con el eco de cruzadas y defensores de territorios.
Es respuesta a muchos interrogantes, acusaciones falsas que logran esclarecerse y dar libertad, desprecios que terminan en reconocimientos de inmensos méritos, fracasos que termina siendo victorias gracias a la entrega generosa y la persistencia valiente.
Juana de Arco, olor joven que invita a colaborar en la mejora del mundo, la patria, el hogar desde una vida de, oración y recta acción. Necesitamos luchadores de esta marca: hechos en el Evangelio.
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