El debate de los senadores Jorge Robledo y Claudia López ratificó que la corrupción, lejos de ser un asunto aislado, es un fenómeno sistemático que se carcome con voracidad la economía, las instituciones y la moral de la nación. Los argumentos de los citantes y las respuestas de los congresistas de la Unidad Nacional, el Centro Democrático y Cambio Radical, demostraron que en Colombia siguen existiendo dos países radicalmente opuestos: el país nacional y el país político.
En el sentido dado por Jorge Eliécer Gaitán, el país nacional, preocupado por el trabajo, la salud, la educación y, en últimas, por el futuro y la viabilidad de Colombia, está cansado del clientelismo, los favoritismos y la corrupción rampante que se impuso como forma única de hacer política desde hace décadas. Ese país nacional, compuesto por usuarios de la salud, agricultores, empresarios, profesores, artistas, transportadores y millones de colombianos que trabajan honradamente, se mamó del soborno, de la vacuna, de la tajada y del “cómo voy yo” tan característico de la contratación pública, que entorpece obras y las encarece, y todo a cargo de la ciudadanía que asume los costos de los actos corruptos de una ínfima minoría.
El país político, por el contrario, y eso quedó claro en el debate del 17 de octubre, busca encubrir sus actos, garantizar sus posiciones y ensanchar su poder. Por eso no extraña que ante acusaciones serias y pruebas manifiestas de actos ilegales y maniobras inmorales, como el reclutamiento nacional de Vargas Lleras de gamonales con pasados y presentes altamente cuestionables, cuando no criminales, la respuesta de las mayorías parlamentarias haya sido intentar demostrar, sin éxito, que todos los políticos son igual de corruptos y que por esta razón los votantes deben aplicar el viejo adagio popular de que “es mejor malo conocido que bueno por conocer”.
El relato evasivo no terminó allí. Senadores como Mauricio Lizcano del Partido de la U o Daira Galvis de Cambio Radical dieron a entender que todas las pruebas y datos aportados por Robledo y López en el debate eran simples refritos, como si no se hubieran hecho nuevas denuncias, como si los casos de Odebrecht, Reficar, el Cartel de la Toga, Saludcoop, el volteo de tierras y decenas más no estuvieran generando un remezón político gigantesco, o como si en ellos no estuvieran involucrados políticos y altos funcionarios judiciales de todos los departamentos y orígenes, pertenecientes en su inmensa mayoría a los partidos que han gobernado históricamente el país y las regiones.
No hay debate más necesario que conocer las causas y los causantes de un flagelo que como la corrupción le arrebata al país más de 50 billones de pesos al año. Caer en el argumento fácil de que el tono del debate fue inapropiado, es ocultar que este es un fenómeno que toca atacar de raíz, sin miramientos y caiga quien caiga.
Nos corresponde a los colombianos elegir representantes políticos que tengan los mismos intereses de la nación porque hoy como hace 70 años, como lo planteara Gaitán en el mítico discurso del Teatro Municipal en 1946: “El país político tiene metas diferentes a las del país nacional. ¡Tremendo drama en la historia de un pueblo!”.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015