En una nota de tiempo atrás ya te había hablado del zoon politikón o animal político, definición que del hombre daba Aristóteles, quien por otro lado definía la política como la participación del hombre en asuntos públicos del gobierno y el estado. En síntesis, la política es la forma ideológica que ubica el poder en un grupo de personas que lideran y propenden por la defensa de las garantías que debe tener un conglomerado social. Hoy, a mi juicio, el concepto sigue vigente.
Siguiendo esa ruta podemos afirmar que bien distintas son entonces la política y la politiquería, pues si la primera consiste en buscar la forma de servir honesta y desinteresadamente a la ciudadanía, la segunda es obrar con criterios mezquinos y ruines, buscando o el beneficio personal o el servirle a grupos cuyos intereses particulares miran hacia el bienestar propio y no hacia el bien colectivo. Sin embargo en esta patria nuestra nunca, desde la independencia, se ha logrado lo primero y más bien ha prevalecido lo segundo.
Todo esto para decirte, mi querido Juan José, que a pesar de mi permanente cantaleta en el sentido que debemos hacer todo lo posible por mantener la Fiesta Brava lo más distanciada posible de la actividad política y totalmente al margen de la politiquería, lograrlo para el zoon politikón, que es lo que somos, resulta imposible y es así como no me quedó otro camino hoy que hacer un recuento de algunas de las, a mi juicio, atrocidades que se vienen dando en Colombia y que parecen extraídas de una tira “del extraño mundo de Subuso”, o de un relato del más puro surrealismo literario, vale decir inexplicables, extrañas y distanciadas del control racional, que infortunadamente se volvieron aceptables y aceptadas por un pueblo ciego y mudo, que cayó en los brazos de un maligno “amor dormido”, como dice mi dulce niña pálida.
Inicio el “Memorial de Agravios”: Se presentan cuarenta y seis precandidatos a la presidencia de la República; esto ni en la India que tiene mil cuatrocientos millones de habitantes. De este tumulto once lo hicieron “por firmas”, de las cuales más del cuarenta por cierto de las que cada uno exhibió resultaron “inválidas” (o “chimbas” diría el hombre de la calle). Aspirantes cambian de partido político y de rumbo ideológico, sin rubor alguno. Otros al sentirse “corchados” acuden al “síndrome de Jalisco” que nunca pierde y cuando pierde arrebata y acaban contestando unas sandeces que harían palidecer a un niño de primaria; por ejemplo; “No tengo por qué saber, para eso está Google!!!!”. Personajes que han realizado excelentes gestiones desde un cuerpo colegiado o un cargo público, que en cuanto obtienen un cierto grado reconocimiento se lanzan a la Presidencia, lo que indica que prefieren, aun cuando digan lo contrario, servirse a sí mismos antes que a su país.
La ética ya nadie sabe qué es, el “todo vale” reina en las campañas, así como las verdades a medias, las mentiras descaradas, la compra de votos y de seguidores en redes sociales, las trampas, la inmoralidad, el oportunismo, el mesianismo intimidador, las apreciaciones apocalípticas, el afán de dividir, la instigación al odio de clases, el uso indebido de la fe religiosa para engatusar a los creyentes, en fin, podría seguir con una lista interminable de actitudes ultrajantes, pero prefiero parar aquí para poder meditar sobre los diversos temas que cito, identificar al “padre de cada criatura” y que el pueblo lo envíe al ostracismo electoral.
Y por último, en un país en donde los servicios de salud son un desastre, la justicia un camelo, la educación pública una burla, la seguridad una calamidad, donde la corrupción está prácticamente institucionalizada, resulta que saltan a la palestra un mundo de oportunistas cuya bandera es acabar con las corridas de toros, ¡como si eso fuese un tema fundamental para la solución de los problemas del país! Por Dios señores políticos, vuélvanse serios, sean responsables con sus electores, háganse reales servidores públicos, trabajen para ver la forma de enderezar el desorden y el caos que se está apoderando de Colombia. Ya habrá tiempo para perseguir a las minorías.
Recibe un abrazo de tu amigo El Fraile.
Añadido. Si nos atenemos a aquello de que “ladrón que roba ladrón tiene cien años de perdón”, varios políticos responsables de muchas de alianzas entre ellos mismos pueden dormir tranquilos; están a salvo.
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