Vecinos. Qué habrá peor que los vecinos. No se sabe si es mayor desgracia los de apartamento o de casa, de ciudad de pueblo o de campo, estrato 1 o 25, niños, jóvenes, adultos o viejos, los vecinos son una calamidad que solo se cura con plata. Y harta. Ahora entiendo mejor el objetivo de ser muy rico, para comprar casas y fincas en terrenos tan grandes que los vecinos ya no sean vecinos sino una gente que vive cerca.
Las personas son queridas, amables, uno las ve decentes, joviales, hasta que se convierten en vecinos, indeseables, como todos los de al lado. Y lo más grave es que uno, es vecino. Todos somos vecinos de alguien y eso nos convierte en plaga. Por eso uno evita encontrarse, mirarse, montarse en el ascensor al mismo tiempo o salir a las mismas horas, para no tener que saludar sonriendo a quienes maldice cada día y cada noche. Ya uno sabe a qué horas ven televisión, tiran, van al baño, rumbean, pelean y comen. Qué desgracia tan infinita. Y cuando no es eso, entonces les da por hacer remodelaciones. Sin pedir permiso ni disculpas empiezan a taladrar desde las siete de la mañana durante meses y hay que aguantarse todo para que al otro le quede su vivienda mejor que la de uno.
Es como los costeños. Ellos son queridos y hasta chistosos, pero basta imaginarse que son vecinos de alguien y se les quita lo bueno que puedan tener. Mejor dicho, peor que un vecino, un vecino costeño. Es que uno se los aguanta cuando los ve en Bogotá llegar a las tiendas recién levantados al medio día, con la misma pantaloneta que durmieron, despeinados y con chanclas de plástico de esas de meter el dedo a preguntar si hay Kola Román para el guayabo y hasta le parecen pintorescos. Pero cuando cae en cuenta que son vecinos de alguien y la rumba que tuvieron fue a punta de vallenatos que salieron por los parlantes estruendosos de algún equipo de sonido de esos que se les prenden y apagan toda clase de luces y que toda la noche se rieron duro y gritaron guepa, le provoca deportarlos.
Y así debería ser. Y ellos, deberían seguir el ejemplo de Cataluña y luchar por su independencia. República Independiente del Caribe -RIC. Eso suena espectacular, no me lo pueden negar. Como todo proceso separatista tiene sus pros y sus contras, pero hay que arriesgarse. Los del interior tendríamos que sacar visa para ir a disfrutar sus hermosas playas, pero lo bueno es que ellos también tendrían que sacarla para venir al interior a ser vecinos de alguien. Claro que le daríamos la nacionalidad a algunos, como a Silvia Tcherassi y otros artistas que hablen pasito, pero a los políticos podríamos darnos el lujo de prohibirles la entrada. Que los de acá roben a los de acá y los de allá a los de allá. Que elijan su propio presidente y a sus congresistas y dirigentes, aunque nadie les vaya a las elecciones ni al congreso, que hagan sus propias leyes así sean redactadas por los paramilitares para que las firmen sus alcaldes y gobernadores, y que se las arreglen como puedan y se sigan defendiendo entre ellos como siempre.
De todas maneras me duele decir esto, no crean, es duro. Pero hay que ser valientes y otorgarles su libertad de hacer bulla y gritar en todas partes. Y esas ganas que mantienen de mandar a todo el mundo que puedan desahogarlas en su propia tierra y no aquí en donde no queremos que nos dominen extranjeros a los que muchas veces no les entendemos ni su lenguaje. Y es que es verdad, piensen ustedes en cualquier junta, comunal, de barrio, de propiedad horizontal, estudiantil, cualquiera, no falta un costeño que la dirija o por lo menos que quiera imponer su voluntad.
Y a los que les parezca radical mi propuesta, piensen que en cualquier momento se les instala uno de vecino.
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