Me lo dijo mi madre estupefacta. Y la verdad me preocupa su profecía, porque desde que nací, todo lo que me dice, se cumple. No salga así que va a hacer frío, y yo llegaba con gripa. No le demuestre nada a ese hombre, y llegaba con el corazón roto, no tome que se emborracha y yo no me acuerdo cómo llegaba.
Por eso nunca tomo, jamás, a la ligera sus sentencias. Y es que, además, después me dijo, yo sí le agradezco a Dios haberme permitido ver esto pero tanta tecnología no lleva a nada bueno, esto es el principio del fin. Me lo pronosticó por Whatsaap, en una llamada con video que me hizo y que todavía no se explica cómo es posible que sea gratis. Ni yo tampoco. Es que si lo del e-mail y su comunicación inmediata ya eran demasiado para ella -¿cómo así, y entonces se acabaron las cartas?, preguntaba con tristeza- lo de las redes sociales hacen que no dude que se va a acabar el mundo. Por lo menos éste que conocemos.
Su sentencia me asusta, ella es la persona más inteligente que conozco y para bien o para mal, siempre tiene la razón. Vive consternada por la rapidez en las comunicaciones, los avances son mucho más de lo que se pudo imaginar algún día. No puedo calcular lo que en 1945, cuando ella tenía unos 10 años, se podía pensar del año 2000. Lo que sí creo es que, para todos, supera las expectativas. Aunque no en el transporte, yo pensaba que iríamos en aviones personales sobre autopistas siderales, algo así como en Blade Runner, la mejor película futurista, de Ridley Scott, estrenada en 1982 y desarrollada en 2019; solo faltan dos años y para llegar a eso nos faltan otros mil. Pero en lo que sí estamos en el futuro del futuro es en comunicaciones. Solo falta la teletransportación, y sospecho que este invento está retrasado por culpa de la película La mosca.
Mi mamá no se vio ninguna de las dos, pero lo sabe. Una vez en una reunión se encontró con un alto ejecutivo de Mazda, y en la conversación le dijo que ella acababa de comprar un carro Mazda, el señor le preguntó qué tal le había salido, y ella le contestó con toda honestidad: pues de motor muy bueno, pero de latas, pésimo. ¿Cómo así Cecilia, por qué lo dices? ¡Es que no lo puedo ni tocar porque se le abre un tronerón de este tamaño!
Pobre mi mami, le encanta manejar -sobre todo ir a donde le dé la gana- pero le vendieron el carro, piensan que es mejor que no lo haga porque los carros vienen muy mal de latas. Quedó muy aburrida pero le compraron un teléfono inteligente, y ya puede ir a donde quiera, por internet, sin moverse de la casa. Vive pegada a ese aparato diciéndole, por favor pinturas de Botero, por ejemplo, y ahora que las que le vendieron el carro y le regalaron celular, mis hermanas, están en Europa con mi sobrino, creo que ya no le contestan el teléfono. Les hace video llamadas por Whatsapp y exige que manden fotos por Instagram. Yo sé que le hacen mucha falta, pero ni crean, lo hace más por el placer de disfrutar su teléfono, ella en la casa y ellos en vivo y en directo desde París. Goza como nadie, a pesar de saber que es el principio del fin de la presencia, la piel, la química, los olores, los sentidos, los abrazos, el tacto, los besos y tantas sensaciones que se han perdido y desaparecerán del corazón de los hombres.
A ella la amo tanto como a mi Iphone o hasta más. Jamás con Siri me he reído lo que me río con ella. Y creo que ella lo mismo, porque siempre tenemos un secreto en caliente, y ahora uno virtual. Y la risa es uno de esas emociones que se pueden compartir en video-llamada en vivo y en directo Manizales-Villeta.
Estamos hechas, así se acabe el mundo.
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