Se las canto de una vez: Guillermo Buitrago, el de verdad, no era este Buitraguito que se murió el pasado martes 12 de septiembre. El verdadero verdadero se murió hace 68 años, y es a quien le debemos la música de diciembre y ese aire pachanguero del que gozamos en las festividades de fin de año en nuestro país, y es por él que dejamos de entonar “Vamos pastores vamos” para pegar un grito vagabundo.
El cantante fallecido hace unos días, a los 88 años, en Piedras (Tolima), es Julio César SanJuan, imitador de Guillermo Buitrago. Nació en Calamar (Bolívar). La muerte de su ídolo Guillermo Buitrago, fue el nacimiento de su carrera musical. Al parecer fue tan grande el vacío dejado por el original jilguero de la Sierra Nevada, que su disquera se tuvo que inventar un concurso para encontrarle reemplazo a lo irremplazable, que se ganó Julio César, en Barranquilla en 1949.
Guillermo de Jesús Buitrago Henríquez nació el 1 de abril de 1920 en Ciénaga (Magdalena), a orillas del Mar Caribe. Vivió apenas 29 años, y cuando se murió en 1949 ya había grabado las canciones que bailamos los diciembres, desde aquella época, hasta hoy y hasta el fin del mundo. Aunque La Víspera de año nuevo no es una composición suya, él la inmortalizó hace 70 años con su maravillosa interpretación, la sacó del anonimato y la puso a sonar en todas las emisoras de Colombia. La escribió el maestro Tobías Enrique Pumarejo, Don Toba, y la dejó guardada en un cajón hasta que apareció Guillermo Buitrago, la grabó con Discos Fuentes y la hizo sonar en la radio un diciembre de 1947, año en que se arreglaron las fiestas navideñas colombianas pues antes de él solo se cantaban líricas, villancicos y coros que hablaban de la estrella de David, el portal de Belén y el niño Dios.
El Mono Buitrago, como le decían sus amigos, compuso inolvidables canciones como Compae Heliodoro, Las mujeres a mí no me quieren y el Ron de Vinola. Conformó el glorioso trío Guillermo Buitrago y sus muchachos, y se agarró a parrandear hasta que se murió, como se mueren los famosos inmortales, rodeado de un halo de misterio hasta la fecha no resuelto. Su voz incomparable, el sonido de su guitarra inimitable, su sentimiento y ese sabor mamagallista de su canto, no se fueron con su muerte, ahora son parte de nuestros recuerdos y nuestra vida. Fue el primer ídolo de la música popular colombiana y también precursor del vallenato y de la carrera de muchos compositores que ahora son importantes representantes de nuestro folclor, como Rafael Escalona. A pesar de que cantaba Las mujeres a mí no me quieren porque es que yo no tengo plata, parece que en realidad se volvían locas por él. Era un costeño raro, mono ojiazul, alto y flaco. No hablaba duro. Bien peinadito. Se vestía impecable todos los días, de blanco y corbata de nudo perfecto. Las mujeres se amontonaban en los radioteatros de las emisoras para verlo cantar. Entre 1943 y 1949 grabó unas cincuentas canciones para Discos Fuentes con esa fórmula musical centrada en dos guitarras -una puntera y la otra acompañante- y una guacharaca ¡Pa’qué más!
A mí personalmente, me gusta me gusta me gusta. Me fascina. El gusto por Guillermo Buitrago lo heredé de mi papá, a él le agradezco que en mi lista de reproducción de Navidad no tenga Tutaina Tuturumaina sino Dame tu mujer José, mi villancico favorito. Buitrago era hijo de antioqueño, madre cienaguera. Creo que de su sonsonete nació el chucuchuco. Y también la guasca y la carranga. A algún antepasado boyacense le sacó esa voz cundicaribeña que hoy se oye más en Boyacá que en la costa.
Así que Buitraguito no era Buitrago. Para diferenciar cuál es cuál, si hay organeta, una guacharaca como electrónica, o clarinetes, son los 50 de Joselito. Si oye solo las guitarras y la rasca, ese es el juglar vallenato y trovador del Magdalena, el inmortal Guillermo de Jesús Buitrago. Y al que le gusta le gusta.
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