Me entristece profundamente la situación de los caficultores, me crié entre palos de café y creo que la primera platica que me gané en la vida fue recolectando granos en una de las fincas de mi papá, al lado de mis hermanas y hermanos mayores. Nos poníamos la ropa más vieja que teníamos, nos amarrábamos el canasto a la cintura y para el cafetal. A mí me encantaba el olor y el sabor del café en cereza, no sé si hará daño, pero mucho que comí mientras lo recogía. Ahora, cuando pongo la lupa para mirar atrás y esculco esos recuerdos, se me aguan los ojos, porque con mi papá se cumplió ese dicho de que “el cafetero vive pobre y muere rico”, pues, a pesar de que siempre insistió con las fincas, nunca le cumplieron el sueño que tenía, no sé por qué.
Ahora veo a mis hermanos sufriendo las mismas penas de mi papá; mi hermano Carlos Jaime, que es un caficultor juicioso y dedicado a esta labor desde su juventud, me mira con tristeza y me cuenta cuál es la situación; cómo cada vez es más difícil mantener las fincas bien tenidas, abonar como se debe; la cultura del cultivo, como él la define, se está perdiendo y algunos de sus amigos simplemente están tirando la toalla; están abandonando las fincas a su suerte, pues no hay con qué sostenerlas y tampoco con qué diversificar, pues esto también requiere no solo de capital, sino de un tiempo muerto, mientras el nuevo cultivo empieza a rendir sus frutos y la gente, mientras tanto, ¿de qué vive?
Otros caficultores están tumbando el café para sembrar pasto y meter ganado a sus fincas, esto tiene consecuencias desde el punto de vista económico, pues la ganadería le da trabajo a menos personas, además, desde el aspecto ecológico también, pues se está eliminando un cultivo que genera agua y oxígeno, que respeta los corredores biológicos, para cambiarlo por una industria que es una de las más contaminantes en nuestro planeta.
Los caficultores están trabajando a pérdida; simplemente lo que les cuesta producir el café está por debajo del precio en el que lo están vendiendo y así ¿quién no se quiebra? Pero hay unos responsables ocultos en toda esta crisis, los grandes especuladores internacionales, a quienes no les duele el cafetero ni su familia y lo único que les importa es su margen de ganancia; así de simple, esos que compran el café en papel para guardarlo y venderlo cuando sea conveniente para ellos y así modular el precio a su antojo. Multinacionales como Nestle, Mitsubishi y Kraft son las que se benefician comprando el café barato. Estos negociantes en la bolsa son los que se están quedando con las ganancias que nunca le llegan al cafetero, ellos surten tiendas y negocios que venden el café a muy altos precios; mientras un gringo o un europeo paga un café carísimo, al que compró esa libra de café le quedan libres los otros 49 cafés que hace con esa libra, que al pobre cafetero ni le pagaron al precio que pagó el consumidor final por un sólo café.
Este no es un problema local, a pesar de que somos uno de los departamentos más afectados, por nuestra tradición cafetera, pues los departamentos productores de café en el país son 20 y 595 son los municipios que lo producen; algunos de ellos no tienen otra fuente de trabajo, son muchas las familias, 550.000 aproximadamente, que dependen de la producción del café en nuestro país, así que este es un problema que nos debe doler a todos, pues si se quiebran los cafeteros la cadena de pobreza nos va a apretar mucho más a todos los colombianos.
Hay una propuesta liderada por el doctor Angelo Quintero Palacio, exsecretario de Agricultura, para invitar a los caficultores del país a que no vendan café el próximo 4 y 5 de septiembre por menos de 80.000 pesos, lo que equivaldría a 1,4 usd la libra, para hacer contrapeso al precio tan bajo en el que se está negociando nuestro café en la bolsa de Nueva York y como nadie les va a comprar a ese precio, la propuesta se traduce en no vender café. Esto, como un acto simbólico para presionar a que se tomen medidas que ayuden a lograr unos precios justos para los caficultores.
Por último, el gobierno debería pensar que si este es un país que está tratando de salir de la economía que sustenta el narcotráfico, si existen programas de erradicación y sustitución de cultivos ilícitos, cómo no apoyar a los agricultores que están invirtiendo sanamente su dinero, para sostener un cultivo tan importante para el tejido social de nuestro país como es el café.
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