Yo soy bachiller del Colegio de Nuestra Señora de Manizales. En noviembre de 1958 -de ello hace sesenta años- se me entregó el título respectivo. O sea que entre el 13 de junio de 1953, día en que el General Gustavo Rojas Pinilla derrocó a Laureano Gómez y el 10 de mayo de 1957 que entregó el poder, presionado por un paro cívico orquestado por los empresarios y por políticos de los Partidos Conservador y Liberal, yo estudiaba en Nuestra Señora. Y desde entonces, si no antes, empecé a oír de Belisario Betancur Cuartas, un antioqueño, quien dizque sabía de griegos y latines, que era periodista, que recitaba versos propios y ajenos en las fondas camineras y en los cafés de los pueblos y hacía parte de un grupo que se denominaba El Escuadrón Suicida, que se oponía en la Asamblea Nacional Constituyente al gobierno de Rojas, cuyos integrantes echaban discursos contra el régimen, se hacían meter a la cárcel, defendían la legitimidad del gobierno de Laureano Gómez y trataban de déspota al usurpador Rojas Pinilla.
Mi tío José Ramírez Parra, Abogado laureanista de raca mandaca y quien fue representante a la Cámara, hablaba bellezas de Belisario y sus amigos en las mesas familiares. Y recalcaba que era un mozalbete de provincia, nacido en Amagá, un pueblito antioqueño, hijo de arriero, y quien había comenzado a sobresalir en los altos círculos de la cerrada política conservadora de Bogotá, por su propio esfuerzo y por su trabajo periodístico destacado en El Colombiano y La Defensa de Medellín, en la Revista Semana y como directivo de El Siglo, el periódico de la familia Gómez, que lo postuló para que hiciera parte de la Constituyente convocada en 1952 por Urdaneta Arbeláez. La misma que, por paradojas que ofrece la historia, dispuso el 18 de junio de 1953, que el 13 de junio se había producido vacancia en el cargo de Presidente de la República y que era legítimo el título de Presidente en cabeza del Teniente General Gustavo Rojas Pinilla. Obvio que Betancur no estaba de acuerdo con semejante decisión. Pero este es otro cantar.
A mi tío le llegaban las intervenciones de los integrantes de El Escuadrón Suicida. Y las leía en voz alta. Yo me entusiasmaba con ellas, en especial con las de Belisario. Y a todas éstas, como lo que narro pertenece ya a la historia antigua, el tal Escuadrón Suicida estaba integrado, además de Betancur, por Guillermo Amaya Ramírez, Luis Ignacio Andrade, Alfredo Araújo Grau, José Mejía y Mejía, Carlos Sardi Garcés, Eduardo Carbonell Insignares, Manuel Coronado y Álvaro Gómez Hurtado.
Ya grandecitos nos encontramos como activistas en sus toldas. En 1970, 1978 y 1982. El Dr. José Restrepo Restrepo puso todas las baterías de su periódico LA PATRIA a favor de sus dos últimas candidaturas. Y de alguna u otra manera, Belisario respondió a los caldenses, de quienes se mostraba admirador y solidario con sus causas. Las veces que tuvimos ocasión de buscar su orientación, su don de consejo, su conversación sápida y coloquial, siempre iniciaba un interrogatorio cordial sobre la vida y milagros de sus muchos amigos. Hizo su Ministro a Óscar Salazar Cháves. Y agradecía en las tertulias a Edgardo Salazar Santacoloma, mi paisano de Anserma, que lo hubiera iniciado en Kavafis, uno de sus poetas del corazón. Y qué decir de su relación de casi hermano con Otto Morales Benítez. Una de las clásicas afinidades electivas. Sus paliques y sus risas, en público y en privado, son inolvidables.
En las campañas me gustaba su ideario. La Vida, la Conciliación, el Diálogo, lo Social. Lo que escribió. Lo que dijo. Su militancia en la cultura. Su cercanía a los desposeídos, a los carentes de los alimentos terrestres, fue proverbial. Cristiana. Basada en la Doctrina Social de la Iglesia. Y como tal, considerada por los ortodoxos conservadores como peligrosa y golcondiana. Quienes lo seguíamos a pie juntillas, éramos considerados como una especie de castrochavistas de la época. Y liberalizantes. Y aún ahora.
Por ahí rebujando papeles, me encontré con el discurso de Belisario Betancur al reabrir los festivales de teatro de Manizales en 1984. En él expresa lo que también fue: un hombre libre, libertario, respetuoso de las ideas ajenas, permeable a la crítica, defensor de la libertad, de la libertad de expresión, discurso que viene como guante al dedo para los tiempos que corren: “Quiero rendir aquí tributo a quienes por la libertad de la palabra han luchado y han muerto. Quiero recordarles que, para gloria de todos nosotros, estamos en una patria que ha abierto un diálogo en donde todas las palabras de libertad son benditas; en donde son benditas todas las palabras por la libertad, una patria en donde todas las palabras son himnos de libertad”. Consecuente Betancur.
Estas frases no tienen otro significado más que el de expresar nuestra admiración póstuma por alguien que, humano, demasiado humano, tuvo sus aciertos y sus errores en su existencia larga, accidentada, procelosa, pero a la vez apacentada por la poesía, el arte, el amor. Y el reconocimiento de sus conciudadanos. Descanse en paz Belisario Betancur Cuartas. Su mensaje de vida, su talante, serán recordados como excepcionales paradigmas.
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