Hablábamos de la tragedia griega en la que se convirtió la vida del emperador Francisco José. Y el término es apropiado. La característica fundamental de la “tragedia griega”es que la víctima, o sea el protagonista, es un personaje de alta alcurnia, reyes, príncipes, por ejemplo. Tal es el caso de Edipo, rey de Tebas y que representa el más estremecedor caso de una “tragedia griega”. Una persona del montón, por más que su vida sea muy trágica, no puede ser objeto de una “tragedia griega”. Los estudiosos de la literatura llaman al asunto: “la importancia o la magnitud de la caída” en el caso de Edipo, de ser rey a ser parricida y a cometer el incesto más horrible que se pueda cometer.
Para empezar, recordemos los títulos completos del emperador. De un folleto de Georg Kugler tomo la lista. Prepárense los lectores. Francisco José era Emperador de Austria, rey de Bohemia, Dalmacia, Croacia, Eslavonia, Galicia, Lodomeria e Iliria; era Archiduque de Austria y Duque de Estiria, Salzburgo, Corintia, Carniola y Bucovina. También era Gran Duque de Siebenbürgen (Transilvania), Marqués de Moravia, Duque de Silesia, Friul, Rasgusa y Zara. Fue además Rey Apostólico de Hungría.
¿Cómo puede uno vivir con tantos títulos y honores? Lo mejor, en este caso más bien lo peor, es que prácticamente en todos estos reinos y provincias se agitó un violento nacionalismo contra el imperio, nacionalismos y revueltas que concluyeron en el crimen de Sarajevo. Así que la vida de Francisco José fue trágica en lo familiar, como hemos anotado, y también en lo político.
La lista de títulos de Francisco José recuerda a los de la famosa Cayetana. Duquesa de Alba de España que tenía 50 títulos de nobleza y con todos ellos murió el año pasado. Todos morimos.
Quizás en ninguna otra ciudad del mundo he encontrado tantas estatuas a hombres ilustres como en Viena. Muchos de estos personajes, debo confesarlo, eran desconocidos para mí por ser políticos austríacos. Mi cultura solo daba para los principales.
Mi visita a la imperial Viena comenzó muy bien, “super bien”, como dicen los snobs y las chicas lindas que hablan por televisión. No más al salir del hotel, a dos cuadras, veo una lápida de mármol que dice que en ese edificio vivieron Albert Schweitzer y Zamenhof. Y me emociono. A los dos los une una simpática curiosidad respecto a su origen, nacieron en un país que luego sería otro. Schweitzer nació en Alsacia Lorena que era provincia alemana y luego de la guerra pasó a ser provincia francesa. Y Zamenhof nació en Bialystok, que era ciudad rusa y luego de la guerra pasaría a ser polaca.
¿Y por qué me emocioné? No tanto por el creador del esperanto sino por Schweitzer. A mis 20 años supe quién era él y nació en mí una gran admiración por este médico, filósofo, teólogo, filántropo, misionero en África. E, inocente que es uno, decidí escribirle en el balbuciente francés que había aprendido con los Hermanos Maristas. Recuerdo muy bien que en la carta escribí simplemente como dirección: Dr. Albert Schweitzer, Lambarene, Gabon, África. La carta llegó, porque ¡oh sorpresa! Schweitzer me contestó.
Eran los años 60. El murió en el 65 y nos escribimos varias cartas más. La correspondencia terminó con la muerte de él, y conservo también la carta que me escribió su hija Rhena, como agradecimiento a mis condolencias por la muerte de su padre.
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