Me han preguntado algunos lectores de dónde obtengo los datos. Muy sencillo, de las guías de turismo, de los folletos que dan en cada museo, de las explicaciones que hacen los guías y otros, de mi memoria y estudios. Sigo avanzando ahora por el sector llamado Opernring y entro a visitar el Burggarten, otro jardín de la ciudad. Me encuentro de nuevo con un jardín hermoso, limpio, bien cuidado. Allí han erigido el famoso monumento a Mozart, el músico preferido de Austria y de Viena y frente al cual todos los viajeros y turistas se hacen fotografías. Yo, poco amigo de hacerme fotos, caí en la tentación. ¿Cómo no, si Mozart llena con su recuerdo, su música y su estampa toda la ciudad de Viena?
Hay dos estatuas más, una del emperador Francisco I de Austria y II del Sacro Imperio Romano Germánico. Con él terminó esta dinastía. Y la otra estatua, la que más me interesaba, la de Francisco José en la que no falta el famoso y tupido mostacho, mira hacia el suelo en actitud reflexiva. Allí cerca, calle Goethegasse de por medio, se encuentra la monumental estatua de Goethe. Es una estatua sedente de grandes proporciones. Me detuve unos instantes reverente frente a ella, recordando lo que este hombre representó para la cultura alemana y universal. Frente a la estatua y pasando la avenida se encuentra la Schillerplatz, llamada así en honor de otro de los hombres grandes de la cultura alemana, del cual obviamente hay allí levantada una estatua. Aquí están, uno frente al otro, dos de los más grandes literatos y dramaturgos que produjo el Weimar: Goethe y Friedrich Schiller. En la misma plaza encontré y fotografié (todas las estatuas y monumentos de Viena de los que he hablado y de los que hablaré, los tengo fotografiados) tres estatuas de personajes totalmente desconocidos para mí. Se trata de tres escritores austríacos: Nikolaus Lenau, Franz Werfel y Josef Weinheber. De nuevo debo decir la envidia que siento por este país que no olvida a sus grandes hombres, los que han forjado su nacionalidad y su cultura.
En este punto de mi recorrido estoy llegando a un lugar clave de la cultura musical de Viena, a su Teatro de la Ópera, llamado en alemán Staatsoper. Es uno de los teatros líricos más famosos del mundo y de los que mejor acústica tienen. La fachada no es tan espectacular. Se trata de dos pisos con columnatas y cinco arcos en cada uno. Se inauguró en 1869, en plena guerra franco prusiana (es bueno recordarlo) y un año antes de la capitulación de Sedán que dio al traste con el segundo imperio francés, que dio inicio al imperio alemán y que anexionó Alsacia y Lorena a Alemania. La inauguración del teatro se hizo con la presentación de la ópera Don Giovanni de Mozart.
Cuentan que el edificio de la ópera no gustó al emperador que incluso lo criticó, razón por la cual uno de los arquitectos, Van del Nül se suicidó y el otro, Siccardsburg murió poco después de apoplejía, lo que al parecer importó poco a Francisco José. El teatro fue prácticamente destruido en la Segunda Guerra Mundial, se salvó la escalinata del vestíbulo de entrada que es una de las joyas del edificio. Fue reconstruido y abrió sus puertas de nuevo en 1955 y la reinauguración se hizo con la ópera Fidelio de Beethoven. La placita ubicada al lado del teatro lleva el nombre de Herbert von Karajan, el gran director de orquesta.
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