Hace algunos días un conocido me hablaba de una buena mujer a la que dejó ir por otra que resultó ser una mala mujer. Sin darme tiempo a preguntarle qué quería decir con eso me resolvió la inquietud diciendo que la buena mujer a la que había dejado era “primero yo, segundo yo, tercero yo. Siempre pendiente de mí”.
Le di vueltas a la idea de la buena mujer y a lo que los hombres quieren decir cuando se refieren a alguien de esa manera y llegué a la conclusión de que una buena mujer, la que buscan para formar una familia, es aquella que les despierta la confianza suficiente para construir con ella una familia. Una mujer a la que pueden dejar encargada de sus hijos, bien sea que ellos quieran estar con ella para cumplir esa tarea o no.
Hay algunas características que debe reunir una mujer para ser digna de semejante confianza. La confianza de dejarlas solas con los hijos por si a ellos les dan deseos de no encargarse directamente de ellos, puesto que lo que se espera de un buen hombre es que cumpla con la parte económica de ese pacto. Es decir, un buen hombre no es necesariamente aquel que se queda a criar.
Una buena mujer entonces es aquella que piensa primero en su pareja y en sus hijos antes que en ella, la que ahorra y no dilapida, no compra cosas innecesarias, no se da gustos, primero atiende los gustos de “los suyos”, no piensa en formar una nueva familia, la que le tocó la determina para el resto de su vida y hasta que se muera. No exige, no demanda, no tiene reparos, se sacrifica y se pone de última en la lista de prioridades. Una buena mujer es una mujer de otra época. O de esta, porque como dice la chilena Lina Meruane “a cada logro feminista ha seguido un retroceso, a cada golpe femenino un contragolpe social destinado a domar los impulsos centrífugos de la liberación”. Y en consecuencia una mujer que se pone ella primero que él y que decide que no quiere seguir en su compañía es una mala mujer.
Mala porque lo dejó. Mala porque no lo valoró. Mala porque prefirió otra cosa. Mala porque lo usó. Mala. No tiene corazón, no tiene corazón, mala mujer. Mátala, mátala, mátala, mátala. No tiene corazón mala mujer.
Y una pequeña anécdota personal. Hace años mi papá me contó una historia sobre una ex novia suya que se había casado y separado y que luego de todo eso volvió a buscarlo con la esperanza de regresar con él. Y me dijo lo mismo, que no era una buena mujer. Mi papá, que nos educó para ser independientes, que nos dio la confianza para decir siempre lo que pensamos y exigir lo que queremos, consciente, sin serlo del todo, de que las mujeres hemos estado en posiciones injustas. Machista en su cultura, feminista para educarnos. Tuvo que confrontarse con la idea de que había rechazado a una mujer como la que había criado. Mala. Buena mujer.
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