Según mi memoria, traicionera, engañosa y débil a ratos, el primer día de clases de mi bachillerato nos reunieron a todas las niñas, organizadas en filas por salones, para darnos la bienvenida e informarnos que, como el papa iba a venir a Colombia en julio, el colegio iba a organizar un concurso: cada una debía armar un álbum con las noticias y fotos que salieran en los periódicos sobre la visita del pontífice. El mejor sería entregado a Su Santidad por la rectora del colegio y el solo hecho de pensar que una hoja que uno había tocado iba a ser luego vista o tocada por el papa era suficiente para entrar en éxtasis místico.
En mi familia la tarea del álbum del papa se convirtió en un reto familiar. Como el periódico de casi todas las casas era LA PATRIA la probabilidad de que todos los álbumes resultaran casi idénticos era alta. Para solucionar el impasse mi papá compró en Las Paulinas dos libros de fotos a color sobre los muchos viajes de Juan Pablo II. Con las láminas tipo postal, desbaratadas a tijeretazos, le dimos vida al álbum gris. Para la portada usamos una imagen en relieve del rostro del papa, traída desde el santuario del milagroso de Buga.
No gané. A mi álbum le sobró ayuda adulta y le faltaron recortes de prensa. No recuerdo quién hizo el libro ganador, pero era gordo como una resma. Siquiera a Su Santidad no le cobran exceso de equipaje, aunque tampoco recuerdo evidencia alguna de que el álbum haya sido entregado a su destinatario. Bonito pensar que sí.
Así se preparaba la llegada del papa hace 31 años, en un colegio católico dentro de un país que se regía por una Constitución Política que desde 1886 advertía en su preámbulo que sus órdenes eran “en nombre de Dios, fuente suprema de toda autoridad”. La vieja constitución señalaba además que “la Religión Católica, Apostólica, Romana, es la de la Nación” y agregaba que: “La educación pública será organizada y dirigida en concordancia con la Religión Católica”.
Esta semana llega el papa Francisco a un país muy distinto del que recibió al papa Juan Pablo II en 1986. Los cambios no son solo por los desarrollos tecnológicos evidentes, sino también por aspectos políticos que han redefinido las relaciones Iglesia-Estado. La Constitución de 1991 en buena hora promulgó que Colombia es un Estado laico, cuya fuente de soberanía viene del pueblo y no de Dios, y adicionalmente garantiza la libertad de cultos. “Todas las confesiones religiosas e iglesias son igualmente libres ante la ley”, dice el artículo 19 de la actual Constitución.
A raíz del foro “La verdadera concepción de la libertad religiosa”, convocado por la Alcaldía de Manizales el pasado 16 de agosto en el Teatro Los Fundadores, escribió el profesor y comunicador César Augusto Montes Loaiza en el semanario El Andino que en este tipo de encuentros, además de la obvia invitación a representantes de todos los cultos, valdría la pena que “se deje constancia, como una especie de silla vacía, que al lado de todos estos credos y formas de vivir la espiritualidad, hay otra que en general engloba a quienes llamaremos: descreídos, indiferentes, agnósticos y ateos”.
La visita del papa a un Estado laico como el nuestro es motivo de júbilo para los católicos, pero debe servir también para recordar que hay espinosos asuntos pendientes en las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Por ejemplo: las exenciones de impuestos que disfrutan más de 7.000 iglesias que tienen RUT en Colombia y cuyo patrimonio suma cerca de $10 billones. O las políticas públicas sobre minorías sexuales, aborto y eutanasia, que deberían regularse con criterios técnicos y sin consideraciones religiosas, para que los ciudadanos que no tienen los dogmas de fe como patrón de conducta puedan ejercer libremente sus derechos. O las denuncias por pederastia que se encubren y no llegan a la Fiscalía. O el uso de las homilías para hacer proselitismo electoral... la lista es larga.
Ojalá los católicos colombianos disfruten esta semana la visita del papa y sean respetados en sus encuentros y espacios de oración. Pero hay que tener presente que aunque los católicos colombianos son muchos, también hay muchos que no lo son. Para algunos Francisco es su máximo líder religioso, pero para otros muchos su importancia es la que describe el cantautor español Joaquín Sabina en una canción: “¿Y qué opinas del papa de Roma? Ese… Un particular”.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015