Guatavita: el lago de la leyenda

Cuenta la leyenda que hace 500 años en la Laguna de Guatavita (Cundinamarca) los indígenas realizaban ceremonias en las que ofrendaban a sus dioses oro y esmeraldas.
Un indio que habitaba el territorio les contó a los españoles sobre estas ceremonias, les explicaba que este tipo de reuniones se realizaban para celebrar el ascenso de un nuevo cacique. El ritual consistía en cubrir al nuevo jefe con polvos de oro para luego embarcarlo en una bolsa junto con cuatro indios que navegaban en la laguna. Luego, el cacique se arrojaba al agua y los demás indios ofrendaban va-
liosas piedras y metales.

Otra versión cuenta que una tribu, en medio de la selva, enterraba a sus muertos en la Laguna de Guatavita. El ritual consistía en envolver a los difuntos en sábanas para luego embarcarlos en una canoa, rodeados de velas, flores y una gran cantidad de joyas. Luego de sus plegarias, hundían la embarcación con todo lo que esta tenía encima.

Asimismo, se dice que cada vez que se escogía a un nuevo cacique, los Muiscas hacían una lujosa ceremonia. El heredero, hijo de una hermana del cacique anterior, seis años antes a esta celebración se purificaba a través del ayuno, se encerraba en una cueva donde no podía ver el sol ni consumir alimentos con sal o ají.

El heredero era llevado a la laguna, donde los sacerdotes lo vestían con joyas, le rociaban polvo de oro, le entregaban su centro de cacique y era llevado a una balsa de juncos. Para culminar la ceremonia, el cacique arrojaba a la laguna sus metales preciosos como una ofrenda para los dioses.

Las historias son muchas, pero lo cierto es que la gran imaginación de los conquistadores, con ayuda de los indígenas de aquella época, los llevó a ver un pueblo brillante y lleno de casas de oro.
Tras la divulgación de esta leyenda, se llevaron a cabo diferentes expediciones en busca del enorme tesoro, pero nadie halló ni una sola piedra.