Un millón 300 mil fieles, según cifras reportadas por el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, se reunieron este jueves desde muy temprano en el Parque Metropolitano Simón Bolívar de Bogotá para presenciar la Santa Misa que presidió el Papa Francisco, con un mensaje motivando a ser “constructores de la paz y promotores de la vida”.
El centro de la homilía fue el pasaje bíblico que se encuentra en el capítulo 5 del Evangelio de San Lucas, cuando Jesús está a orillas del lago de Genesaret y le pide a Simón Pedro que, tras una larga noche de intentar pescar sin éxito alguno y cuando estaban lavando las redes, navegara mar adentro para intentar pescar, pero ahora con un valor agregado, la presencia de Jesús en la barca.
“El evangelista recuerda que el llamado de los primeros discípulos fue a orillas del lago de Genesaret, allí donde la gente se aglutinaba para escuchar una voz capaz de orientarles e iluminarles; y también es el lugar donde los pescadores cierran sus fatigosas jornadas, en las que buscan el sustento para llevar una vida sin penurias, digna y feliz. Es la única vez en todo el Evangelio de Lucas en que Jesús predica junto al llamado mar de Galilea”, inició el Sumo Pontífice.
El Papa continuó: “En el mar abierto se confunden la esperada fecundidad del trabajo con la frustración por la inutilidad de los esfuerzos vanos. Según una antigua lectura cristiana, el mar también representa la inmensidad donde conviven todos los pueblos. Finalmente, por su agitación y oscuridad, evoca todo aquello que amenaza la existencia humana y que tiene el poder de destruirla”.
El significado del mar lo explicó así: “Nosotros usamos expresiones similares para definir multitudes: una marea humana, un mar de gente. Ese día, Jesús tiene detrás de sí, el mar y frente a Él, una multitud que lo ha seguido porque sabe de su conmoción ante el dolor humano … y de sus palabras justas, profundas, certeras. Todos ellos vienen a escucharlo, la Palabra de Jesús tiene algo especial que no deja indiferente a nadie; su Palabra tiene poder para convertir corazones, cambiar planes y proyectos”.
“Es una Palabra probada en la acción, no es una conclusión de escritorio, de acuerdos fríos y alejados del dolor de la gente, por eso es una Palabra que sirve tanto para la seguridad de la orilla como para la fragilidad del mar”, agregó.
Luego acercó la enseñanza bíblica a Colombia de la siguiente manera: “Esta querida ciudad, Bogotá, y este hermoso país, Colombia, tienen mucho de estos escenarios humanos presentados por el Evangelio. Aquí se encuentran multitudes anhelantes de una palabra de vida, que ilumine con su luz todos los esfuerzos y muestre el sentido y la belleza de la existencia humana. Estas multitudes de hombres y mujeres, niños y ancianos habitan una tierra de inimaginable fecundidad, que podría dar frutos para todos”.
“Pero también aquí, como en otras partes, hay densas tinieblas que amenazan y destruyen la vida: las tinieblas de la injusticia y de la inequidad social; las tinieblas corruptoras de los intereses personales o grupales, que consumen de manera egoísta y desaforada lo que está destinado para el bienestar de todos; las tinieblas del irrespeto por la vida humana que siega a diario la existencia de tantos inocentes, cuya sangre clama al cielo; las tinieblas de la sed de venganza y del odio que mancha con sangre humana las manos de quienes se toman la justicia por su cuenta; las tinieblas de quienes se vuelven insensibles ante el dolor de tantas víctimas”, añadió en su predicación.
“A todas esas tinieblas Jesús las disipa y destruye con su mandato en la barca de Pedro: 'Navega mar adentro'”, aseguró.
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