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El sabio Francisco José de Caldas es testigo diario de "las cosas raras" que se ven en el parque que hace honor a su apellido. El entrecomillado es de José Jaír Murillo, vendedor de dulces que lleva 12 años en el sitio, ubicado entre carreras 22 y 23 y calles 29 y 30. "Antes era muy bueno, había mucha seguridad y aseo, pero ahora hay inseguridad, desaseo, indigentes...", agregó el viejo.
Dos escenas hacen eco de lo dicho sobre el Parque de Caldas. Jubilados y fotógrafos jugaban el pasado jueves ajedrez, al pie de la estatua del sabio; eran las 4:30 de la tarde, y los pitos de los carros actuaban como telón de fondo del bullicio que se escuchaba a esa hora. Al día siguiente, a las 7:20 p.m., policías irrumpieron la calma corriendo detrás de un joven para detenerlo, al parecer, algo se le había llevado a un transeúnte. Esta vez el sitio volvió a llenarse, no con vendedores informales, sino con curiosos.
Podría decirse que este parque es la manzana que se pudre en el Centro de Manizales. ¿Desde cuándo? Algunos vecinos y comerciantes coincidieron que desde hace varios años, por lo menos ocho. LA PATRIA ha reportado riñas, atracos y hasta asesinatos, como el de un joven a quien mataron en agosto de 2008 por robarle el celular.
Su historia también da cuenta de su transformación, como lo reseña el libro Manizales Centro Histórico. Según la publicación primero fue Plazuela del Guayabo, escenario en 1897 del primer circo de toros; luego lo llamaron Plaza Sucre, donde más tarde levantaron el templo de la Inmaculada Concepción, y en 1911 se convirtió en el Parque de Caldas, que la mayoría nombra "Parque Caldas".
Pasó de estar cercado a ser un espacio abierto, y en los 80 lo remodelaron por la construcción del centro comercial que lo ocupó con un puente peatonal, demolido en 2007 por una acción popular.
Los campanazos anunciaban la misa de las 8:00 de la mañana del pasado jueves. A un lado del templo ya estaban abiertas dos casetas de venta de helados, mientras al otro, en la calle de los artesanos, algunos apenas organizaban la mercancía.
Un habitante de la calle caminaba por el parque con un costal al hombro y una operaria de Emas barría un andén. Vasos desechables en la pila sin funcionar y el olor a orines por el guadual también componían la escena matutina.
"A partir de las 9:00 de la mañana se reúne mucho alcohólico y por la noche mucho vicioso, por el guadual. La Policía se los lleva, pero luego aparecen", relató don José Jaír Murillo.
Sobre los olores, contó que había un sanitario público, pero como "los indigentes son muy cochinos" y hacían sus necesidades fuera del inodoro, tuvieron que quitarlo. Aún así, destacó que lo bueno del parque es la gente seria que lo visita, como los jubilados, y que es muy comercial.
Ricardo Murillo, de la calle de los artesanos, también saca pecho porque el parque es un paso obligado para estudiantes, turistas y otros comerciantes. "Es chévere, se reúne gente mayor a charlar y a tomar tinto", agregó. Señaló, sin embargo, que desde la alcaldía de Luis Roberto Rivas (2005-2007), cuando los reubicaron a él y sus compañeros, "no lo han intervenido físicamente, es un baño público". El deterioro se nota en las escaleras despicadas y los andenes agrietados.
El temor aflora desde la mañana, pese a que el parque empieza a llenarse. A las 10:00 de ese jueves ya había jubilados en las bancas y emboladores lustrándoles los zapatos, así como jóvenes que huían de una cámara de video. "Cuídese", le advirtió un adulto a la periodista de LAPATRIA.COM que hacía el recorrido.
Las bancas estaban prácticamente llenas de hombres, cuarentones y canosos, a las 4:00 de la tarde de ese jueves. También había más vendedores informales, especialmente de perecederos y helados. La esquina de la carrera 23 con calle 30 se convertiría más tarde en una galería: carretas con piñas y tomates, vendedores gritando los precios, transeúntes tratando de esquivar los obstáculos, carros pitando...
La ocupación del espacio público es otro lunar del parque, por el lado que se le mire: carrera 23 o 22, calle 29 o al frente del templo. Otro artesano, que pidió la reserva de su nombre, dijo incluso que hay colegas suyos con dos puestos, cuando les está permitido solo uno.
Los controladores de espacio público pasan revista diariamente, según la Secretaría de Medio Ambiente (ver enlace Qué dicen la Alcaldía y la Policía sobre el Parque de Caldas).
Esto genera, sin embargo, conflictos constantes, como comentó el portero de un local comercial y se corroboró ese mismo día, cuando se observó que un vendedor de piñas le alegaba a los controladores en la carrera 22, al pie del centro comercial. Las piñas estaban en el suelo, según un testigo las había tirado el vendedor como mecanismo de defensa. Esta vez los funcionarios mantuvieron la calma, pero otros aseguraron que hay ocasiones en que ellos agreden a los informales.
"Esto es una olla. Antes se reunían puros chirrincheros que tomaban alcohol con agua, ahora se juntan jóvenes para fumar la yerbita y también se ven travestis", agregó el artesano que pidió la reserva, refiriéndose a una noche en el parque. Aseguró que el pasado miércoles la Policía hizo una redada con los que consumían junto al guadual.
LAPATRIA.COM estuvo el pasado viernes, de 7:00 a 11:00 de la noche, verificando esos testimonios. Se observaron dos jóvenes consumiendo, al parecer marihuana, y otro grupo de hombres, en la pila, bebiendo. A comparación de otras noches hubo menos "viciosos", pues se juntan hasta 10 muchachos como señaló un testigo de un local comercial.
Aparte de la captura de un hombre, narrada antes, llamó la atención la llegada de dos mujeres jóvenes con minifalda, acompañadas de un muchacho y de un señor con chaqueta, más elegante. Eran las 8:40 de la noche. Caminaron de un lado a otro y luego se acercaron a una pareja, en una banca; ella también vestía minifalda.
"Supongo que ellos (los hombres) son proxenetas... los carros que recogen a esa gente son costosos, camionetas blindadas", comentó el testigo del local. La Policía negó que en el Parque Caldas haya prostitución (ver enlace Qué dicen la Alcaldía y la Policía sobre el Parque de Caldas).
A las 11:00, cuando se escucharon once campanazos del templo, el sitio se veía más desocupado, aunque minutos antes había pasado un grupo de turistas tomándose fotos al pie del sabio Caldas. Un indigente caminaba con una sombrilla y un perro ladraba constantemente, mientras otros jóvenes, detrás del guadual, seguían en su viaje.
El sociólogo Fernando Cantor, docente de la Universidad de Caldas, hizo hincapié en que si el Parque de Caldas es un sitio público, "debe ser del público", es decir, de los ciudadanos, pues si bien a la Alcaldía le corresponde generar espacios culturales para recuperarlo, los manizaleños deben cuidarlo y preservarlo de que terceros se aprovechen de él para otros usos.
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