A Libardo Arias Osorio y su esposa Gloria Elsy Gallego se les perdió la cuenta de los años que lleva funcionando el bar Parrita, en la calle 23 Número 17-02 esquina, en La Galería de Manizales.
Libardo es el actual dueño, y sostiene que este negocio funciona en el mismo local desde hace unos 55, y eso que el dato lo da gracias a la ayuda de unos clientes fervientes, que no faltan con su presencia diaria.
"Dos tintos", "tres cervezas", "una copa de aguardiente", se le escucha decir a la salonera (empleada) en la barra del café.
"Se llama Parrita porque esto fue de un señor de apellido Parra,... creo que se llamaba Marco. Hace cuatro años era de una viuda que me lo ofreció para irlo pagando y ya soy el dueño", cuenta Libardo.
Detalles. El bar Parrita abre todos los días, hasta los domingos; entre semana de 6:00 de la mañana a 8:00 de la noche, y los fines de semana hasta las 9:30 de la noche, pues en ocasiones se forma el baile. Se dice que es de los pocos negocios que quedan de este tipo en La Galería, junto con el bar Ganadero, porque es un bar tranquilo al que se va a tomar tintico hecho en greca, "aroma" y "milito", a la par con cerveza, aguardiente, ron y el trago rey: brandy, solo o con leche.
"La gente viene a hacer negocios, muchos de ganado, o a vender propiedades. También vienen a conversar o a pasar el rato", señala Gloria Elsy.
Parrita tiene las mesas distribuidas en dos filas, una a cada lado, y en el medio, el pasillo que lleva hasta la barra, de donde salen copas, vasos y pocillos llenos de bebidas. El lugar está decorado con sillas de montar caballo, avisos como: "Tanda pedida, tanda pagada", que según Libardo rige para los sábados y domingos, cuando se llena el establecimiento.
Otro aviso que causa es risa dice: "Este negocio no es mío, es de mi tío, por eso no le fío", o "Aquí lo queremos, lo mimamos, pero no le fiamos".
En un extremo de la entrada, el cliente se sorprende con decenas de fotos y avisos en papel de color blanco con letras rojas, que son una especie de clasificados que ofrecen fincas, casas, ganado y otros bienes.
El dueño de esto es alguien a quien todos conocen como Manuelito, un hombre de unos 80 años, que vive de la comisión por ventas. Libardo no tiene problema en dejarle ubicar allí su publicidad.
También para mujeres. También a la entrada, junto a los clasificados de Manuelito, Libardo les permite a trabajadoras sexuales del sector ubicarse en dos o tres mesas, todos los días, para que no esté en las calles. "Ellas consumen traguito con sus clientes. Son mujeres de muchos años en el oficio. Siempre han estado ahí y yo respeto la tradición", dice Libardo.
La copa de cualquier licor vale $1.800, el tinto $600. En un día se pueden vender hasta 200 tintos. Aunque es bar, entran mujeres sin problema. "Ellas llegan con sus esposos y toman gaseosa, mientras los señores consumen cerveza o hacen sus negocios. Este bar es muy popular en La Galería", dice Gloria Elsy, quien trabajó en el salón y allí conoció a Libardo, que antes era dueño de una carnicería en el sector.
Por eso dicen que todos los conocen en La Galería, y que los clientes son de allí mismo o de barrios vecinos, como San José.
"Esto es tan popular, que antes traían cerdos, terneros y caballos para vender en la calle, a un costado del bar, pero eso no se volvió a ver", recuerda Gloria Elsy.
Modernizados. La música es otro atractivo para los clientes del tradicional bar Parrita, pero los años no se quedaron anclados allí, pues ya se modernizó. Cuenta con un computador que les permite a sus dueños programar horas de música popular que ambientan el local sin tener que poner discos, como se acostumbraba; también tienen un televisor pantalla plana en el que todos pueden ver noticieros y partidos de fútbol.
El bar tiene tres empleadas para los fines de semana, y dos entre semana, una por turno, de mañana y tarde. Otra característica particular es que Libardo y Gloria Elsy dejan que Wilmar José Mesa, un pensionado de 87 años, vecino del barrio San José, entre a la cocineta del negocio y se ponga a lavar copas, vasos, pocillos, platos y cucharitas. "Lo hace para no aburrirse, y nosotros lo dejamos. Le damos tintico", expresa Gloria Elsy.
Lo malo de Parrita es cuando se emborrachan algunos clientes y arman pelea. Ahí le toca a Libardo sacar su lado serio y su fuerza para expulsar a la calle a los problemáticos, pues allí priman el buen ambiente y la paz.
Cliente fiel
Dagoberto Lamprea va todos los días a Parrita, incluyendo sábados y domingos. Vive en Villamaría, es plomero y presta otros servicios, pero permanece en este café bar, en un rincón junto a la barra. "Me amaño mucho por acá. El negocio es bueno, sano, decente. La atención es buena. Llegó a las 8:00 de la mañana y me estoy por ahí hasta las 4:00 de la tarde. Los sábados y los domingos me quedó hasta más tarde, 9:00 o 10:00 de la noche. Diario me tomo los traguitos, cerveza y de vez en cuando aguardiente. La cuenta diaria que paga en Parrita son en promedio $50 mil".
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