Manizales Lienzo corinto, múrice y cenizo

Amanecer húmedo de páramo

me abrigas en tu fría niebla

melancólico beso fiel que compromete mi vida a ti

mi corazón se desliza por tus onduladas calles

tornadizo ánimo de montaña como el mío

si me abandonaras yo volvería a buscarte.

Me fundo en esas tardes de ávido fuego

marco de la sombra de los besos de mi amado.

¡Magnánimo cielo!

desenrolla un lienzo

pincelado de corinto, múrice,

cenizo y azafrán

cordón umbilical que nos ata

sublime maldición

Asfáltica iza tu corazón

tu imponente catedra

y convergen fervorosos hijos

a convalidar el paraíso en su corredor polaco.

Hipnóticos desfilan tus generaciones

por tu ancestral “Carrera 23”

ascendiendo a tu palco en Chipre

aplauden la magistral despedida

de ese sol que se enamoró de ti

y que en tu ruborizado cielo

empedernido te besa

incitando a los amantes

a emular su alucinante idilio.

Anquilosados mis ojos en tus cerros de musgo y liquen

seducidos por los faros de tus calles

te vislumbran como pesebre navideño

donde pariste a tus hijos y donde parí a los míos

donde mi amor virgen de simiente ataviaste.

Tus vivientes te contemplan desde tu curvea figura

y tus muertos lloran el abandonarte

y bajo tus lágrimas náufraga lloro contigo

tus muertos y mis muertos

y a los hombres que mi corazón han abandonado.

Cuando el cielo decrete mi exilio y mi vida claudique;

en el cumanday, santuario blanco de ceniza y fuego

mi cuerpo reposará injertado a las violetas

custodiada por frailejones y colibríes

y echaré raíces por todo el útero que me engendró,

trémulo seno de fuego vulcano

y seré de nuevo fuego de tu fuego

y tierra de tu tierra

para no abandonarte nunca,

te pertenezco

y no puedo desligarme de tu melancolía.