El atentado al exministro del Interior Fernando Londoño Hoyos, ayer en Bogotá, en el que hasta el momento de escribir estas líneas iban dos personas muertas y 41 heridas, incluyendo al líder caldense, es una clara muestra de que los terroristas no quieren la paz, y que el único camino que queda es atacarlos frontalmente y sin descanso con el objetivo de desarticular sus estructuras y acabar de una vez por todas con quienes solo buscan la desestablización de Colombia.
Justo cuando en el Congreso de la República se debate un marco legal para la paz surgen estas acciones que manchan de sangre y llenan de pesimismo a los colombianos acerca de la posibilidad de poder vivir algún día en un país tranquilo, la discusión de ese proyecto se llena de dudas sobre las intenciones de quienes serían sus beneficiarios.
Además de repudiar estos ataques, exigimos que los violentos cesen sus actos de locura, que solo causan dolor a civiles inocentes que mueren o resultan heridos sin ninguna consideración. Para poder pensar en alguna política que allane el camino hacia el abandono de la guerra y el sometimiento de sus integrantes a una justicia especial con amnistías u otros beneficios, es necesidad absoluta que el terrorismo no siga.
Con lo vivido ayer en el norte del Bogotá, el país parece regresar a épocas demenciales que creíamos ya remotas, cuando los narcotraficantes se dedicaron a poner bombas en la capital de la República y a intimidar a los colombianos, mediante el asesinato de connotadas figuras de la realidad nacional, ocasionando el caos total. No se puede permitir que esas acciones reaparezcan, porque ya está comprobado que la moral del país decae cuando se desbocan las prácticas terroristas.
El Gobierno del presidente Juan Manuel Santos no puede bajar la guardia en la lucha contra el terrorismo, es fundamental perfeccionar los operativos de control a los explosivos, las armas y demás actividades que facilitan los ataques. Las Fuerzas Militares, al mando del ministro Juan Carlos Pinzón, tienen que seguir decididas a impedir que las Farc u otro grupo terrorista pueda mover libremente sus hombres como ayer. Hay que cerrar filas frente al terrorismo.
Con las técnicas usadas en el atentado contra Londoño Hoyos queda en evidencia que en el país están siendo entrenados terroristas para actuar en forma más sofisticada a lo que se vivió en el pasado. Para lograr el control, se requiere una inteligencia más eficaz que bloquee cualquier posibilidad de comunicación y articulación entre células criminales y que lleve a capturas y merecidos castigos a sus miembros. Solo así será posible evitar que se repitan tales hechos.
Los ciudadanos tampoco podemos quedarnos con los brazos cruzados. En momentos como este es cuando una sociedad comprometida con su país tiene que manifestarse, no solo a través de marchas o pancartas, sino sobre todo con acciones de colaboración con las autoridades, denunciando movimientos sospechosos, siendo ciudadanos activos que cierren todas las posibilidades a los violentos en su intención intimidatoria.
Colombia no puede darse el lujo de retroceder ni un centímetro en lo logrado en materia de seguridad. Es cierto que no solo con armas es posible atacar y lograr la derrota de fenómenos violentos como los que ha enfrentado el país desde mediados del siglo pasado, pero hay que mantener firme el pulso y enfrentar sin ambivalencias a los terroristas. Se necesita una Colombia en máxima alerta, sin dar más espacios a quienes pretenden causar daño a la sociedad.
Expresamos nuestra absoluta solidaridad con el exministro Londoño, quien con claridad y sin tapujos expresa su pensamiento en sus columnas de opinión y su programa radial, con la certeza de que este ataque no lo va a silenciar, sino que al contrario hará que su voz se oiga más fuerte. Le deseamos pronta recuperación, al tiempo que acompañamos a las familias de quienes perdieron la vida en ese atentado.
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