l detenido alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, fue acusado de asociación para delinquir y delito de conspiración por la Fiscalía de Venezuela, luego de que el jueves fue sacado de la oficina de su partido sin orden judicial y por la fuerza. El lugar, además, fue allanado por fuerzas de seguridad e inteligencia al servicio del gobierno del presidente Nicolás Maduro. Se trató de una acción violenta que ha sido calificada por la oposición al chavismo como un acto propio de una dictadura, en la que no se respetaron los más mínimos elementos del debido proceso.
De acuerdo con Maduro, Ledezma y otros dirigentes opositores se encontraban tramando junto con algunos enemigos de Venezuela en España, Estados Unidos y Colombia la manera de asestar un golpe de Estado en su país. La actuación del régimen venezolano contra el alcalde caraqueño recuerda acciones desarrolladas por totalitarismos en otras partes del mundo, en las que el solo hecho de disentir ya era considerado delito y, por tanto, digno de prisión. Es realmente lamentable que se estén reviviendo episodios que creíamos ya superados en América Latina.
Ante la exigencia al presidente Juan Manuel Santos de que se pronunciara en rechazo a la detención del alcalde de Caracas, el mandatario colombiano ratificó los lazos de amistad que lo unen a Maduro, pero pidió que se le respeten todos sus derechos al detenido, solicitó de nuevo la liberación de Leopoldo López y abogó por una salida pacífica a ese conflicto.
Lo cierto del caso es que, ante lo que viene ocurriendo, es necesario tratar de desligar a Venezuela de lo que ocurre en las conversaciones de paz con las Farc en La Habana, porque el desespero que empieza a sufrir Maduro por la crisis económica y por el rechazo generalizado de los ciudadanos a su gobierno, lleva a que exista el permanente riesgo de que trate de convertir a Colombia en chivo expiatorio y buscar con ello solidaridad nacional en nuestra contra.
En ese sentido, es bienvenido el nombramiento hecho por Estados Unidos de Bernie Aronson, como delegado de ese país ante los diálogos de paz con la subversión, lo cual podría estar ligado a la distensión de las relaciones entre ese país y Cuba, lo que contribuiría de manera muy positiva a lograr acuerdos de paz en nuestro país, sin necesidad de depender de las acciones caprichosas de Maduro, que ya da muestras de sufrir una especie de paranoia dictatorial que no solo pone en peligro a su país, sino a todos los vecinos.
Por esa razón, es fundamental que se acuda a la Carta democrática interamericana de la Organización de Estados Americanos (OEA) para que se restituya la democracia en el vecino país, y el régimen de Maduro sea obligado a respetar los derechos de la oposición, sin caer en los excesos en los que está incurriendo. Es evidente que al ver que, frente a las próximas elecciones parlamentarias, su Cristo está de espaldas, el presidente venezolano busca desesperadamente la manera de generar un ambiente de desestabilización que cause temor a los opositores o lleve a situaciones que le justifique la toma de más decisiones de fuerza.
En estos momentos es clave que el pueblo venezolano encuentre la solidaridad internacional y que el mundo no permita que se siga avanzando en estos abusos. Por ejemplo, no puede aceptarse que la lista de opositores presos se extienda más. La oposición política tiene que ser respetada, como lo exige la propia Human Rights Watch (HRW), que calificó de arbitraria la detención de Ledezma, y que exigió que regrese la democracia a Venezuela. Si los chavistas ven que un gran bloque internacional condena lo que están haciendo, se quedarán solos y tarde o temprano se verán obligados a enmendar sus graves errores.
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