Más que condenar el hecho de que Corea del Norte haya lanzado un cohete Unha hacia el espacio, con intenciones no muy claras, el mundo debe reaccionar haciendo más duras la sanciones contra ese país, que cada vez da más muestras de querer subvertir el orden y actuar caprichosamente, lo que es una amenaza real contra la seguridad del mundo. Se llenó la copa, como se dice, con el régimen de Pyongyang, para el que no han valido las advertencias que se le vienen haciendo desde hace varios años a través de la Organización de las Naciones Unidas.
El lanzamiento de un satélite, usando un misil balístico que bien pudo ser dirigido hacia otro lugar del mundo, evidencia los riesgos por los que está pasando el planeta con los actos dictatoriales de Kim Jong Un, quien se vanagloria de una actitud desafiante que la comunidad internacional no puede tolerar. Esto se suma a las pruebas de una supuesta bomba de hidrógeno que ese país habría desarrollado, burlándose del resto del mundo, y que hizo explotar mar adentro en el Océano Pacífico el pasado 6 de enero. El cohete usado podría llevar en el futuro una ojiva nuclear, lo que genera gran alarma, sobre todo por su capacidad de alcanzar hasta 12 mil kilómetros de distancia. El gobierno comunista coreano asegura que sus maniobras son pacíficas y con intención científica, pero el hecho de no atender las advertencias de la ONU se convierte en un factor perturbador de la paz mundial. La insistencia acerca de que enviará más satélites al espacio, pese a la condena mundial de esas prácticas, evidencia que detrás hay intenciones diferentes, lo que constituye una verdadera provocación, más cuando se están usando misiles balísticos que en cualquier momento podrían tener una utilización bélica contra otros países. La preocupación de Japón y Corea del Sur, sus vecinos en el área, es legítima. China, también comunista, debe colaborar para endurecer las sanciones, de lo contrario ni ese país estará a salvo de los actos desmedidos de Kim Jong Un.
El Consejo de Seguridad de la ONU no puede dar más largas, y pensar en una nueva resolución más severa, que presione a los norcoreanos a actuar con más cautela y prudencia. Las violaciones a los acuerdos globales de seguridad son graves y peligrosas, por lo que no pueden tolerarse más actuaciones arbitrarias e irresponsables del líder de Pyongyang. Las grandes potencias, como Estados Unidos y la antigua Unión Soviética, llegaron a usar métodos parecidos a los desplegados por Corea del Norte, en su carrera espacial, pero con los acuerdos de no proliferación nuclear se lograron dejar atrás esas prácticas peligrosas.
Hay que recordar que los norcoreanos hicieron pruebas nucleares en el 2006, 2009 y 2013, lo que les han valido sanciones internacionales, pero por lo visto poco les importa recibir los mencionados castigos. Prefieren seguir adelante con sus oscuros planes bélicos, contrario a lo ocurrido con Irán, país que se comprometió a suspender su carrera nuclear a cambio de poder recuperar las libertades financieras y comerciales, que estuvieron bloqueadas durante varios años. Solo si se le presiona lo suficiente será posible que el gobierno de Corea del Norte reaccione y encuentre provechoso parar la locura que actualmente impulsa.
Lo peor es que el régimen de Kim Jong Un insiste en que seguirá con sus acciones, pese al anuncio de nuevas sanciones internacionales, por lo que potencias como los Estados Unidos tendrán que reforzar sus bases militares en Surcorea y demás países aliados en la zona, para persuadir a Pyongyang de no seguir adelante con ese terco despropósito, que podría llevar a un desenlace que lamentaría la humanidad entera.
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