Se cumplió el llamado Sínodo extraordinario de la familia en el Vaticano, el cual cerró el pasado domingo con la ceremonia de beatificación de Giovanni Montini, Pablo VI, quien fue la persona que como regente de la Iglesia instauró este mecanismo en el que se debaten los grandes retos como los que ahora enfrenta la institución. Esta reunión la definió el propio papa Francisco como un espacio para adaptar los métodos de apostolado a las múltiples necesidades de nuestro tiempo y a las nuevas condiciones de la sociedad.
La aceptación de los homosexuales y de los casados por lo civil fueron los temas que más llamaron la atención y aunque no se lograron las mayorías para un cambio radical es un gran avance que se aborde el asunto sin fundamentalismos, con apertura, de manera clara y con sentido de responsabilidad para acoger a comunidades que se sienten tan católicas como las demás, pero que por prohibiciones de tiempo atrás no son recibidas en igualdad de condiciones que el resto.
En estos tiempos no tiene sentido privar del sacramento de la Comunión a una pareja que no tuvo suerte en sus primeras nupcias por la Iglesia y por tanto debió acudir al divorcio, pero que si desea casarse otra vez sigue siendo señalada, lo que en muchos casos genera cargos de conciencia sin sentido, por cuenta de su formación religiosa. Así que es bien importante que se avance de cara a que puedan volver a ser acogidos en su seno con toda apertura los católicos casados por lo civil.
Frente a los homosexuales, insistió el sínodo en que se deben acoger con respeto y que se evitará cualquier discriminación, aunque dejó claro que la familia la conforman un hombre y una mujer y que no se pueden hacer analogías frente a esta cuando se trata de parejas conformadas por personas del mismo sexo. La aceptación plena de los homosexuales parece aún más remota, pero al menos ya es un tema que está en la agenda de discusión, sin vetos, y que se vea una institución cercana a los problemas de nuestro tiempo, que no los eluda y que al contrario busque decisiones consensuadas, algo que tanta falta le hace.
Es diciente del espíritu de transparencia y apertura de los nuevos tiempos que le quiere imprimir a la Iglesia el papa Francisco que haya ordenado publicar el documento que salió del sínodo, incluso con la votación obtenida, pues esto permite que los católicos conozcan cómo está el debate dentro de quienes toman las decisiones y sirve para que se enriquezca la cita del próximo año, en donde seguramente de nuevo se tocarán estos temas.
Pedirle a la Iglesia que se vuelva una entidad liberal de un día para otro, que cambie todos dogmas y tradiciones es no entender que se trata de una institución milenaria en la que cada movimiento requiere de tiempo, muchas discusiones y convicción de que se continúe en la preservación de los valores básicos que siempre han orientado su camino. Por ese motivo, precisamente es que se debe comprender en su dimensión lo importante que resulta como mensaje que se abra el debate en torno a estos temas que tanto afectan a los católicos y de manera transparente, como deben ser las cosas en instituciones que influyen tanto en nuestras vidas.
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