sta es una semana decisiva para las elecciones que se disputarán el próximo 25 de octubre. Este 25 de julio se cierra el plazo para la inscripción de candidaturas, razón por la cual la palabra aval suena y resuena permanentemente. Aunque la gran competencia se dará en los próximos tres meses, hoy se vive una verdadera carrera de necesidades: por un lado la necesidad de los aspirantes a tener un aval, y por el otro la necesidad de los partidos de asegurar votos, sea por un caudal político tradicional o por la cantidad de dinero listo para invertir en campaña. En medio de esas competencias, en buena medida la gran sacrificada es la limpieza de la política.
De acuerdo con la Fundación Paz y Reconciliación, unos 140 candidatos en el país irán a las urnas cuestionados por diversas razones, entre las que se cuentan ser herederos directos de parapolíticos, enredados en diversos pleitos judiciales aún sin resultados y cercanos a carteles de contratistas corruptos, entre otros. Eso hará, seguramente, que después de inscritos, empiece una nueva competencia, que será la de tratar de descabezar a muchos de esos a través de demandas y toda clase de argumentos jurídicos, impulsados por opositores.
Sin embargo, lo más preocupante es lo que actualmente se vive frente a los avales, en los que muchos candidatos con votos, sin importar si son señalados por conductas oscuras, buscan entre los partidos el mejor postor para su capital político. Porque en muchos casos no son los partidos los que escogen los candidatos, como debería ser, sino que son los aspirantes a los cargos los que deciden qué camino siguen, en diversas ocasiones sin reparar en ideologías.
Ahora bien, también se viven tensiones entre las presiones regionales que buscan imponer candidatos afines con las maquinarias locales y los deseos de las directivas nacionales que también pretenden imponer sus criterios a la hora de escoger. En ese forcejeo, en algunos casos, las élites políticas regionales han demostrado que en este tipo de elecciones tienen las de ganar, y eso ha llevado a que renuncien líderes nacionales como Carlos Fernando Galán, en Cambio Radical, o Viviane Morales, en el Partido Liberal, o que aspirantes cuestionados terminen tomándose fotos con directivos nacionales que dicen luchar por la purificación de las costumbres políticas.
En Caldas no somos ajenos a todas estas dinámicas, en las que se viven agudas tensiones en el interior de los partidos, y posteriores roces con los directivos nacionales, o sus enlaces, muchos de los cuales ni siquiera aparecen en los cuadros directivos regionales, pero que manejan los hilos de esas colectividades gracias a sus vínculos con directivos de los partidos en Bogotá. Esta semana seguiremos viendo la entrega de avales a múltiples candidatos, algunos de los cuales producen escozor en la opinión pública, por considerar que sus conductas no son las más apropiadas para quienes aspiran a ser gobernantes.
Lo cierto del caso es que si los partidos políticos, en general, aspiran a ser instituciones fuertes y respetables tienen que empezar por entregar avales solo a personas con hojas de vida limpias, sin importar sus recursos económicos o sus supuestos capitales políticos. Para ello, también resulta fundamental que entidades como el Consejo Nacional Electoral (CNE) tenga herramientas y carácter para atajar a los personajes corruptos que se empeñen en contaminar la política… El panorama que vemos es bastante deslucido, ojalá que cuando llegue el momento de las votaciones, los ciudadanos apoyen a quienes tengan las mejores hojas de vida y las posibilidades de ejecutar gestiones limpias y favorables al bien común.
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