EFE | LA PATRIA | Londres
Las zonas áridas del planeta, que constituyen sus ecosistemas más extensos, absorben significativas cantidades del dióxido de carbono (CO2) emitido a la atmósfera a medida que este aumenta, lo que ayuda a combatir el cambio climático, indica un estudio publicado esta semana en Nature Climate Change.
Un equipo de científicos de Estados Unidos, encabezado por el biólogo Dave Evans de la Universidad de Washington, expuso durante 10 años nueve parcelas del desierto estadounidense de Mojave a los niveles de CO2 actuales y a los previstos para 2050.
Los investigadores, que inyectaron los gases a través de unos tubos de plástico, excavaron posteriormente un metro del terreno para ver la cantidad de carbono que se había absorbido.
El análisis indicó, según se apunta en la revista, que "las tierras áridas pueden aumentar su absorción del dióxido de carbono lo suficiente en el futuro hasta representar de un 15% a un 28% de la cantidad que actualmente absorben las superficies terrestres".
El biólogo señala que, a medida que aumentan las emisiones de CO2 a la atmósfera, también se incrementa la absorción de este gas en las tierras áridas. Se estima que esta permeabilidad podría incrementarse hasta representar de un 4% a un 8% de las actuales emisiones.
Desde un punto de vista optimista, la investigación publicada sugiere, según sus autores, que, cuando llegue el 2050, los ecosistemas áridos estarán contribuyendo significativamente a eliminar el CO2 nocivo de la atmósfera.
No obstante, advierte Nature, el experimento no tuvo en cuenta otros posibles cambios derivados del cambio climático, como una variación de las precipitaciones o un aumento de la temperatura.
Los hallazgos de este estudio ayudarán a la comunidad científica a determinar con más precisión cuánto CO2 permanece en la atmósfera contribuyendo al cambio climático y cuánto se almacena en la tierra o el océano en otras modalidades de contención del gas.
El experto apunta que estos territorios “ayudarán a eliminar parte de ese exceso de dióxido de carbono que se emite a la atmósfera, no pueden absorberlo todo, pero ayudarán".
Foto | Archivo | LA PATRIA | El desierto de la Tatacoa es la segunda zona árida más extensa de Colombia después de la península de La Guajira.
El estudio, realizado con fondos públicos, pretendía desentrañar una incógnita del calentamiento global: el grado en que los ecosistemas terrestres absorben o liberan dióxido de carbono a medida que este aumenta en la atmósfera.
Se consideran zonas áridas las que reciben menos de 254 milímetros de lluvia al año. Junto con las semiáridas, que reciben unos 508 milímetros anuales, suponen casi la mitad de la superficie terrestre total del planeta.
Los científicos señalan que el terreno de las zonas boscosas, al contener más materia orgánica, acumulan más carbono por metro cuadrado, pero la importancia de las zonas áridas es por su extensión.
Al ocupar buena parte del planeta, pueden tener un efecto significativo para contrarrestar el cambio climático.
Por otro lado, los expertos muestran su preocupación por el efecto que puede tener en estos ecosistemas el crecimiento de la población y la presión para urbanizar y explotar nuevos terrenos.
"El terreno es muy valioso -dice el científico estadounidense-. Puede producirse mucho crecimiento en estas áreas áridas y no sabemos lo que esto haría al equilibrio de carbono en estos sistemas".
Néstor Riaño, investigador de Cenicafé y experto en cambio climático, explica que la tierra en sí misma no absorbe el dióxido de carbono, sino las raíces, tallos y hojas de las plantas, en este caso las que hay en un desierto. “Cuando pensamos en estos ecosistemas no necesariamente hablamos de dunas, sino de amplias zonas donde cae poca agua y donde hay vegetales que se han adaptado a esas condiciones”.
Sobre el desierto estadounidense de Mojave, donde se realizó la investigación, dice que allí cae 10 veces menos agua que en Manizales, para hacerse una idea.
Lo que hicieron los investigadores fue simular la cantidad de CO2 que habría en 40 años, la inyectaron en la tierra árida y observaron el comportamiento de las plantas.
“Encontraron que al aumentar las concentraciones de dióxido, aumenta el crecimiento de los vegetales y su capacidad para fijar el gas. Es algo similar a la fertilización de CO2 en las plantas, que se usa comercialmente, por ejemplo, en invernaderos para aumentar la producción de tomates”.
Esto sucede porque una planta utiliza el dióxido como materia prima y lo convierte a través de la fotosíntesis (con rayos solares) en biomasa, por ejemplo, en las flores que más tarde serán frutos.
No es que los desiertos tengan más capacidad de absorción de dióxido que las zonas verdes reforestadas, sino que por su considerable extensión en la corteza terrestre (al menos la cuarta parte de la superficie) pueden ayudar a mitigar los efectos del cambio climático.
“En Colombia hay unas 45 millones de hectáreas intervenidas, de las cuales solo usamos 25 millones. Si los 20 millones restantes las usáramos para capturar el carbono, sería un gran aporte”.
No, si se tiene en cuenta que siempre ha habido variaciones en la radiación del sol, la temperatura, el aire, la humedad ambiental, la velocidad, la dirección del viento y las lluvias.
El punto de quiebre se dio en los últimos años, cuando por actividades del hombre algunos de esos elementos, como la temperatura, empezaron a cambiar desproporcionadamente. En efecto, el último reporte -septiembre del 2013- del Panel del Cambio Climático, máxima autoridad en el mundo, proyecta que para el 2050 la temperatura promedio de la Tierra habrá aumentado 2º Celsius (centígrados) y para el 2100, 4º C.
¿Eso es mucho? “Imagínese que en 100 años Manizales tendría la temperatura de Chinchiná, es algo similar”, explica el investigador Riaño.
Sin este elemento esencial de la atmósfera no sería posible que existiera el efecto invernadero, que es necesario para que la Tierra no sea extremadamente fría o caliente.
Los gases de efecto invernadero, como también lo son el vapor de agua, el metano y el óxido nitroso, capturan parte de los rayos solares que entran al planeta (otra parte se refleja en la superficie de la atmósfera y por eso es posible que desde el espacio se vea el globo terráqueo).
El problema se da cuando en la atmósfera hay más dióxido de carbono del necesario, pues esto hace que se contengan más rayos solares y, en consecuencia, aumente la temperatura.
¿Y por qué hay más gases? La respuesta, indica el investigador Riaño, es que en la medida en que el hombre necesitó más energía para sus actividades, empezó a deforestar y a extraer los hidrocarburos del suelo (petróleo, carbón) para quemarlos, produciendo cantidades de dióxido de carbono superiores a la capacidad de la tierra para absorberlo.
Ese desequilibrio es el efecto negativo del uso desmedido de fuentes de energía no renovable.
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