Tal vez nunca en la historia de Caldas habíamos sentido la ausencia de liderazgo como en estos momentos. Con más de un mes y medio de un gobernador en interinidad ocasionada por fallos judiciales y hasta por su propia renuncia, no se vislumbran candidatos en el horizonte ni se alcanza a ver un panorama distinto de aquel que nos proporcionan las ambiciones politiqueras de algunos de nuestros representantes, que se empecinan en cazar peleas oportunistas y en exacerbar los ánimos pendencieros de sus contrincantes.
Pero ¿dónde están entonces nuestros grandes hombres, nuestros líderes y nuestras promesas? ¿Dónde están quienes deberían asumir las responsabilidades políticas, económicas, comerciales o industriales en respuesta a unas generaciones pasadas que brillaron con luz propia? ¿Dónde están los resultados de tantas promesas y de tantos compromisos hechos en público? ¡En el limbo! ¿Y por qué? Porque quienes se han venido proclamando como nuestros líderes durante las últimas décadas, solo han sacado de ello el enriquecimiento personal provocando la frustración de los grandes proyectos y han anulado generaciones enteras que se han visto forzadas a emigrar para ser grandes en otras latitudes.
Porque desde hace muchos años nos ha tocado oír a los mismos personajes desde los diferentes gremios (se turnan como en una especie de carrusel su permanencia en ellos: hoy desde Fenalco, mañana desde Acopi, ayer desde la Cámara de Comercio, pasado mañana desde el Comité Intergremial, anteayer desde la Andi…) decir que luchan por nuestro progreso y desarrollo y blandir las banderas de proyectos como el Puerto de Tribugá (del que muy pocos saben a ciencia cierta de qué se trata), Aerocafé (que ha tenido más enemigos que amigos dentro de los propios gremios caldenses), la ampliación o rectificación de la vía al Magdalena Medio (que estará reservada a unos pocos contratistas ajenos a Caldas), etc., y que, repito, gracias a estos proyectos tan necesarios como rimbombantes en sus títulos, han logrado apoderarse de los gremios y agruparse en un poder en la sombra que maneja a su antojo instituciones, alcaldías y gobernaciones, pero que impide que la sangre nueva entre a relevarlos.
Y lo más triste es que esos seudolíderes gremiales han logrado lo impensable: arrodillar a buena parte de la nueva clase política que quiere ganarse sus corazones respetando su territorio y actuando en connivencia mediática para aparentar ser de sus afectos y lograr, al menos, evitar persecuciones que desatan con vehemencia, tenacidad, constancia y sin escrúpulos a través de un engendro nacido de sus entrañas como es la Corporación Cívica de Caldas, tantas veces citada y denunciada en este espacio.
Pero, en últimas ¿qué han conseguido? ¿Qué obras tienen para mostrar, qué logros para exhibir y qué proyectos nuevos para emprender? Aparte de sus fortunas personales (muchas de ellas invertidas o guardadas en países extranjeros), ¿qué pueden mostrar como realización para el departamento o la región? ¡Nada! Solo un poder maquiavélico que ejercen con singular direccionamiento y con irresponsable soltura. ¡Ah! Y una cantidad de contratos que se han sabido distribuir con milimétrica participación y que los hace engordar silenciosos mientras censuran las actividades de aquellos que no pertenecen a su "logia".
No es extraño entonces tener que asistir a nombramientos en puestos de responsabilidad en nuestras grandes empresas, de personas foráneas que muestran en sus hojas de vida lo que podrían mostrar, y con creces, muchos de nuestros coterráneos; ni ver cómo en Manizales tiene prelación quien venga de afuera para que se le deleguen los más llamativos encargos, pues los de aquí recibimos la satanización primaria por el solo hecho de haber permanecido luchando en nuestra tierra.
Por eso tal vez la falta de liderazgo; porque la gente buena no puede penetrar ese poder económico cerrado que se ha sabido rodear de su misma especie para protegerse y enriquecerse, y tampoco se arriesga a emprender el relevo de la clase política porque pendería sobre ella la persecución judicial que utilizan mezquinamente quienes se sienten hoy dueños del presente y futuro de nuestra pobre Caldas.
De ahí que necesitemos la renovación en este departamento. La renovación de la clase dirigente, de los líderes gremiales, de los actores institucionales y de la clase política. Una renovación que nos permita confiar en que las cosas podrán ser diferentes a mediano plazo y que aliente a las nuevas generaciones a participar en las distintas escenas sociales donde puedan encontrar igualdad de garantías y el reconocimiento a sus esfuerzos, labores y capacidades. ¡De ahí que necesitemos un verdadero relevo en nuestro liderazgo!
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