Hay una hacienda. Están sus vacas, sus siembras, su casa pomposa, su tierra extensa y sus cercas. Allí hay gente: está el patrón y sus peones.
Hay un país. Están sus valles, sus ríos, sus montañas, sus pueblos y sus ciudades. También allí hay gente: está el mismo patrón y los mismos peones.
Hace tiempo lo resaltó Fernando Guillén sin que nadie le pusiera mucho cuidado. Palabras más, palabras menos, dijo que Colombia es un país de peones que sigue gobernándose igual: uno que se maneja como una hacienda, como una finca.
El patrón ordena con abuso porque es propietario; goza sin límite del poder. El peón obedece esperando que su lealtad le garantice un sustento o alguna cosa que al menos lo haga sentir dueño de sí mismo.
El político ordena con abuso porque es propietario; ahora es de las instituciones, del derecho y del presupuesto. El ciudadano obedece esperando que su lealtad sea suficiente para conseguir trabajo, plata, posibilidad de al menos ser alguien, lo que sea, lo suficiente como para sentir que algo gobierna.
Lo que no se dice es que el peón pierde siempre porque hasta de él puede disponer el patrón. Es solo una ficha; se le puede dar la libertad y quitársela; se le puede dar vida y quitársela; se le puede dar un buen pedazo de algo, para compartirlo, con los poderosos, pero quitárselo después. Se le llama a intimidarlo por su voto, por su sumisión.
Así vemos a los que se hacen viejos esperando el contrato que el patrón les prometió o el puestico que les resuelva la situación. Vemos a los jóvenes que le piden permiso para pasar al frente porque no queda otra forma. Sus ideas nuevas las permutan por dos o tres lugares en los que les dan voz. Pero la voz es prestada, también se las quitan cuando toca. Sus proyectos terminan arrumados en los cajones. Vemos también los líderes comunitarios que llegan a organizar su comunidad al ritmo que les dictan y no al que quieren.
Todos hablan del resultado de las elecciones, de lo doradas que se ven las promesas que nos hicieron, de lo bonitos que quedamos todos en la foto con el patrón. Pero nadie hablará de cuando éste nos saque, de cuando nos incumpla y nos deje a la espera. Porque lo esperamos. Nadie habla de esa gente solitaria y angustiada que ya no es preferida por no hacer lo que le dijeron o por no ser ya útil. Esas personas que van quedando calladas, desconocidas, diferentes, olvidadas e impotentes. Peones sin función.
Cuando el patrón los olvida imaginan todo tipo de explicación menos que empeñaron su autonomía y su capacidad de luchar por más que las sobras, que recibieron como favores lo que les era derecho o que tuvieron como privilegio lo que debía ser para todos. Como no pueden reclamar públicamente, porque si da vergüenza, mejor le guardan la espalda al patrón pues quién quita que esa última lealtad algo traiga.
De esto no se habla en plenas elecciones porque nadie quiere arruinar las promesas. Basta esperar unos meses, unos años, y saldrán los desengañados.
*****
Ya no parece él. Camina distinto y su mirada la ha puesto más ruda. Las arrugas en su frente se exageran. Nunca ha sido de una gran sonrisa pero ahora ni el buen humor le interesa. Se puso una mano dura y se hace el fuerte. Cuando habla enfatiza en lo que nunca le hemos oído y hasta golpea con los puños los atriles y las mesas. Estigmatiza la contraparte como le dijeron que hiciera. Habla de "castrochavismo", "narcoterrorismo", "mermelada", "elitismo cachaco", términos que antes no tenía que usar. Dejó de ser el orador espontáneo. Se aprendió el primer libreto que le pusieron en las manos y lo repite. Pero no le salen las tomas, siempre parece sobreactuado, melodramático, postizo. Sus gestos son estreñidos y en la cara lleva una preocupación fija. Se ha quedado sin su voz, la embargó.
Ha dejado de ser el economista, el ministro, el caldense de los 100 mil votos. Era un líder, dicen, ahora es un títere, dicen. Era Óscar Iván Zuluaga, ahora es ese que se ve solitario, diferente, desconocido, impotente. Así la suerte esté de su lado por ahora, su preocupación es saber que esta vez él es la ficha de quitar y poner.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015