Para muchos no resultará nuevo el título de esta columna pues es el mismo que venimos leyendo y escuchando desde el año pasado y que se ratificó nacionalmente hace poco más de una semana cuando la ‘Red de Ciudades Cómo Vamos’, a la que pertenecen 11 de las principales capitales del país, destacó que Manizales es la segunda ciudad con mejor calidad de vida de Colombia, seguida de Pereira.
Entre quienes amamos, queremos y sufrimos por esta ciudad, y de alguna forma la conocemos medianamente bien, la calificación como segunda, después de Medellín, puede no ser cierta pues la capital caldense es el mejor vividero de Colombia, con sobrados méritos. Otra cosa es que las 25 variables de medición que se aplicaron para la encuesta ciudadana arrojen, algunas, mejores calificaciones de la gente y es allí donde se pierde el primer lugar. Pero en sana lógica y competencia hay que aceptar ese honroso segundo puesto, más cuando apenas llevamos dos años en este proceso y siempre hemos estado en lugares de privilegio, contrario a otras ciudades que desde el inicio están rezagadas.
He escrito en ocasiones anteriores que somos muy dados en Manizales a autodestruirnos y a alimentar odios y diferencias entre unos y otros, que son esencialmente los que tienen dinero y los que no lo tienen; quienes alcanzan representatividad pública y los que no la tienen, mereciéndola o no, y quienes ganan y pierden en contiendas políticas. Ahí están los factores que más marcan esos criterios.
En fin, en eso nos podríamos llevar largas discusiones con posiciones cercanas o muy contrarias, y con argumentos ciertos de acuerdo con lo que se exponga, que puede ser muy desde lo personal o desde las referencias de otros. Y sin duda las experiencias de una y otra parte resultan válidas en las calificaciones porque se habla desde lo vivido en carne propia. Eso sí, sin que ello representa acabar con la crítica constructiva y con la condena de todo aquello que por mal hecho merezca sanciones y castigos penales o el rechazo social, ciudadano y moral.
Pero el asunto no es quedarnos en eso. Tenemos que trascender, así haya tanta gente desagradable, ingrata, destructiva, egoísta, insatisfecha, violenta, reaccionaria, doble, engreída, violenta o mala. Dicen que las comparaciones son odiosas, pueden ser, pero eso depende de para qué o con quién o quiénes uno se compare.
En el caso que nos atañe, tenemos y debemos compararnos con Medellín que es la primera en calidad de vida en el país, pero no es un paraíso. Allá hay tantos o más problemas, y más graves, que los que vivimos en Manizales. La diferencia radica en la actitud y en la forma de enfrentarlos, así como en el espíritu de la gente por salir adelante.
Quizás nos afecte ser tan cerrados administrativa, política y socialmente. Hay muchos que creen que nuestra ciudad empieza en Milán y Palermo y termina en Chipre y en La Francia, pasando por el centro, pero se olvidan que hay carreteras para Neira y Villamaría (esta última población casi anexa a la ciudad y que ofrece bellas alternativas turísticas), o que para ir a pasear o de compras a Pereira, que es válido hacerlo, se puede entrar a Chinchiná, un municipio con atractivos y con una importante dinámica comercial.
Necesitamos integrarnos más y con hechos y acciones tangibles, no con referencias demagógicas. No sé cuál es el motivo por el que no avanza al ritmo que debiera la definición de la zona metropolitana o la formalización del área centro-sur de Caldas, que sea la figura que sea, debe concretarse siempre y cuando traiga ventajas comparativas para toda la población de esta rica zona.
Medellín no es solo la capital antioqueña. Si no fuera por los municipios del área metropolitana del Valle del Aburrá, a la que no pertenecen todas las poblaciones aledañas a esa ciudad valga precisarlo, a lo mejor no tendría todo el empuje industrial y comercial que tiene, ni gozaría de la infraestructura que posee la cual marca diferencia por el metro que en gran proporción lo paga el país. Sin embargo el espíritu de la gente, el orgullo de tener lo que tienen y un gran sentido de pertenencia por sus cosas, les ha permitido a los paisas sobreponerse a la violencia y la inseguridad que son factores de enorme incidencia, así sus cifras vayan en descenso.
En consecuencia Manizales, siendo una ciudad pequeña, debería ser mejor que nuestro referente de hoy. De hecho lo es, lo reitero, lo que pasa es que hay que cambiar de actitud y eso solo se logra con un liderazgo administrativo que permita que todas las fuerzas, de una u otra manera, crean en el gobierno local y trabajen con él, sea en la calle, en la casa, en los colegios y sobre todo en la conciencia del ciudadano que es el que responde las encuestas de acuerdo con su percepción. Ese ciudadano es el que puede ratificar este año si nuestra ciudad es la de mejor calidad de vida en Colombia. Esa debe ser la meta.
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