Ahí perdonarán mi insistencia pero, a pesar de las denuncias que se han hecho sobre la irresponsabilidad con la que ha procedido el Estado en las obras civiles contratadas con recursos del Fondo Nacional de Calamidades, subcuenta Colombia Humanitaria, algunos ingenieros caldenses siguen rumbo a la quiebra mientras la Fiduprevisora se enriquece con sus dineros.
No hemos podido entender qué es lo que pasa. Profesionales que creyeron ciegamente en el Estado y en esa farsa llamada Colombia Humanitaria, hoy sufren serios perjuicios jurídicos, financieros y profesionales y no tienen a quién acudir. Anticipos desembolsados (en el mejor de los casos) dos o tres meses después de iniciadas las obras, cuyo cronograma total no excedía de esos mismos cuatro meses; actas parciales y finales presentadas, con el aval de interventores y con el cumplimiento legal, añejándose en escritorios de funcionarios que tienen como disculpa que el programa humanitario, a estas alturas, no ha definido los parámetros para revisar las cuentas; obras terminadas en su totalidad y los ejecutores rogando para que se les pague; la Fiduciaria entrando a coadministrar las obras y a disponer como dueños de unos dineros que les pertenece ya a los contratistas; parálisis en el Sena, lo que imposibilita obtener paz y salvo para tramitar los pagos; es decir, los ingenieros financiando al Estado y éste brillando por su ausencia. O, más bien, por su indolencia y crueldad.
Pero ahí no queda todo. Detrás de cada contrato violado con esta clase de explotación, están muchos pequeños proveedores que ya también sufren las consecuencias: ferreteros, transportadores, obreros, surtidores de combustibles, etc., a quienes no se les puede pagar por fata de dinero del contratista, y un sistema bancario que, no contento con estar trabajando con sus millonarios recursos, les cobra altísimos intereses. ¡Qué tristeza!
Hemos tratado en este espacio la falta de solidaridad que viven estos profesionales que sí tienen que cumplir estrictamente con sus obligaciones, mientras el mismo Estado les viola sus derechos. Y hemos llamado la atención a sus agremiaciones para que sienten una voz de protesta y utilicen mecanismos de presión para defenderse de estos atropellos. Pero no parece haber tenido eco. Y nacen entonces otras inquietudes: ¿dónde están esos ingenieros que se mantienen al acecho de las licitaciones para demandarlas cuando no son ellos los favorecidos? ¿Dónde quedan esas Corporaciones Cívicas tan dadas a criticar y a ensombrecer las obras cuando no se les adjudica a sus protegidos? ¿Para dónde miran los censores que sufren y se duelen porque los contratistas se ganan su dinero trabajando, cuando hoy se empobrecen por financiar forzosamente al Estado? ¿Qué pasa si el contratista es quien incumple el contrato, aún por la ausencia de pago del contratante?
Y otra de mayor envergadura: los políticos, que cada cuatro años acuden a los contratistas para que les financien sus campañas prometiendo el oro y el moro, ¿qué han dicho al respecto? ¿Dónde están nuestros congresistas que, de alguna manera, encuentran su refugio económico en quienes hoy se encuentran al borde de la quiebra? ¿Por qué el Ministro puede venir a paralizar las obras y a sembrar pánico, y pasa de agache cuando sus colegas requieren solo de una mínima gestión estatal?
Estamos seguros de que en otras regiones se ha sufrido este mismo "irrespeto humanitario". Y se han sabido unir para luchar, presionar, reclamar sus derechos y conseguir que se les cumpla. Pero aquí, lastimosamente, solo se encuentra unión y solidaridad para destruir y para hacer oposición absurda. Es increíble que los caldenses permanezcamos callados ante abusos tan grandes como el de Fiduprevisora, en la aparente alianza de un programa abusivo y peligrosamente irresponsable como es Colombia Humanitaria.
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Me tengo que retractar públicamente en un aspecto de mi columna anterior donde hablaba de los "Detrimentos electrizantes". Allí mencioné que la Chec se les había vendido a los antioqueños, y en esto me equivoqué de cabo a rabo. La Chec no se les vendió a los antioqueños: ¡se les regaló! ¿Por qué? Pues porque bajo el pretexto de una capitalización "y quién sabe con qué intereses-, se firmó un acta leonina de sumisión en la cual se entregó el poder dominante de la empresa a EPM, y nuestra participación quedó reducida a las mínimas proporciones. Fue la decisión de esos sabios que en su momento arguyeron que era preferible entregar la empresa, a que se la "siguieran robando". Tal vez son esos mismos aviones que han hecho hasta lo imposible por torpedear la estabilidad de Aerocafé, y que se van a quedar sin donde aterrizar.
Es nuestra triste realidad. Mientras nos dedicábamos a pelear de frente y arriesgando la vida en contra de quienes políticamente nos dominaban, había otros personajes desmantelando el departamento y el municipio, y negociando nuestras empresas. ¿Y hoy qué? Nos han dejado sumidos en el abandono, en el encierro y en el aislamiento. ¡Si no despertamos de una vez, cuando lo hagamos, vamos a estar ahogándonos en el estiércol de nuestra propia desidia!
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