La muerte de Gerardo Echeverry García nos llena a sus amigos y copartidarios de inmensa pesadumbre porque era él un eminente profesional de la medicina que ocupó siempre un sitio preponderante y de máxima autoridad por sus conocimientos, su disciplina y por su vocación y devoción en su trabajo humanitario de admirada erudición médica, de admirables labores humanas y científicas y además un dirigente político del liberalismo, lo cual era para él una tesis humana, un instrumento para obrar sobre lo humano con intachable esfuerzo, lucha, intrepidez, superación, porque para Gerardo esa actividad también tenía sentido dentro de los "más inadvertidos matices del escenario humano".
Nunca, en el tiempo que conocimos y compartimos su ejemplo, lo vimos poseído por la vanidad, por la desmedida ambición, por el egoísmo para alcanzar nombradías que obtuvo siempre, por derecho propio, como reconocimiento a su inteligencia, su preparación y a su fervor democrático.
Gerardo perteneció por derecho propio a una congregación de caldenses honestos, decentes, rectos, desvelados defensores de los derechos del hombre, siempre inalienables, que honraron con sus desvelos y arquetipos a la sociedad, que nunca caminaron por caminos ocultos y tortuosos y que tenían como deber tener al Liberalismo como la expresión sublime del más admirable humanismo.
Era Gerardo de un temperamento recto y valeroso y por eso nuestra incondicional admiración y afecto para quien fue abanderado y vigilante de nuestro Liberalismo caldense. Hizo presencia de distinción intelectual en el Parlamento, porque siempre estaba preciso y decidido a agotar esfuerzos por sus ideas y por su patria. Así como salvaba vidas con su ejemplar sabiduría de científico y de galeno, y "con sus manos misericordiosas", así mismo, como portaestandarte de las ideas democráticas, conducía ejemplarmente a nuestro partido por saludables y sanos caminos de supervivencia y de grandeza.
Gerardo Echeverry García pertenecía a esos paradigmáticos jefes liberales que se nos han ido y cuyo inmaculado sitio lo han venido reemplazando personajes que no han sido directriz sino usufructuarios irreverentes de nuestras banderas. De Gerardo hay que recordar sus condiciones humanas, intelectuales y espirituales; es necesario añorarlas ahora por doctas y atrayentes, por su calidad de espíritu y más aún ahora, cuando lo único que vemos son garrafales "errores de Procedimiento", y nos hace falta Gerardo como muchos otros prohombres por su probidad en el decir y en el actuar, en su patriotismo, por su dignidad humana.
Nos inclinamos respetuosos y con inmenso afecto lleno de dolor ante la tumba de Gerardo Echeverry García, cubrimos, desde la lejanía, su tumba con las banderas roja y patria y nos acercamos ante Luz Álvarez Villegas su distinguida y nobilísima esposa y ante los suyos, con idéntico y abrumado respeto y sentimiento de dolor, admiración y afecto.
Gerardo Echeverry García pertenecía a esos paradigmáticos jefes liberales que se nos han ido y cuyo inmaculado sitio lo han venido reemplazando personajes que no han sido directriz sino usufructuarios irreverentes de nuestras banderas.
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