Ya que este mes celebramos el Día de la Mujer, aprovecho para rendir lacrimógeno tributo a esos amores platónicos que todos hemos padecido y que suelen tener la edad de nuestros primeros sueños eróticos.
Platón los definió como amores no correspondidos. Mi primer amor plutónico -por Pluto ladrándole a la gata de Tobita, por ejemplo- fue mamá Eva. La conocí en las viñetas que traía la historia sagrada de Bruño. En ese erotismo incipiente de los años tiernos, la mera hoja de parra me alborotaba la bilirrubina.
Caí luego en brazos de Jane (Parker), la mujer de Tarzán. Fue amor a primera vista el que sentí por Maureen O’Sullivan, siempre ligera de equipaje. Habría vendido mi alma al gato a cambio de un desdén suyo. El proyectorista del cine manga tenía orden de tapar con la mano las porno-escenas donde Jane se besaba con Tarzán.
Nunca le perdoné a María Félix, prohibida para todo católico por Nos García Benítez, arzobispo de Medellín, que saliera con un paraguas debajo del brazo llamado Agustín Lara. El poeta francés Jean Cocteau me robó un piropo que me habría gustado echarle: "Era tan bella que hacía daño".
También flirteé con sus paisanas María Luisa Pelufo, Ana Berta Lepe, Evangelina Elizondo, Elsa Aguirre, traga que compartí con el "profe" Gustavo Hinojosa.
Para europeizar mi libido me enamoré de Brigitte Bardot, prohibida para menores de 21 años. Llegué a sentir celos del privilegiado Roger Vadim quien la llevó al cine, al catre y a Maxim’s. Conmigo no habría pasado de corrientazo.
Cuando el padre García-Herreros la invitó al Banquete del Millón decidí agarrar el primer bus de la Magdalena para ir a conocerla. Finalmente, BB no vino pero le aclaró al padre Rafael: "No soy una pecadora, solo soy una mujer que sabe amar". No sé por qué me sentí aludido.
Marilyn Monroe fue "mía, mía nada más". El stradivarius del sexo tenía mal gusto: dormía con una pelota de béisbol llamada Joe DiMaggio. Y se entendía con los Kennedy. MM le confesó a Truman Capote que le habría gustado una vida simple, con marido incluido para prepararle un balanceado desayuno. Yo habría sido el gallo para ese desayuno.
Incómodo seguir revelando mi prontuario platónico. No está bien contar plata delante de los pobres. Aunque confieso que envidié a Carlo Ponti por haber conquistado a Sofía Loren. Aunque más que a Ponti, envidié a Marcelo Mastroiani a quien habría remplazado feliz en las escenas peligrosas de alcoba.
No daba sueño ver a Claudia Cardinale con su enigmática sonrisa de Gioconda. Tampoco me perdía película de esa receta de mujer "intitulada" Gina Lollobrigida. Ni a esa boca con fémina detrás llamada Mónica Vitti. A ella me la disputo todavía con el pornógrafo-best seller quindiano Jaime Lopera.
No les quitó más tiempo. Perdonen la chicaniada. Ahí les dejo mi prontuario erótico.
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