El liderazgo puede ser un regalo de Dios, un don innato, pero también puede adquirirse.
Hay estudios que muestran a ciertos bebés liderando desde el jardín infantil y de ahí en adelante.
Pero también hay muchos que se dedican a cultivar con éxito los hábitos de un
buen líder.
Saben que una buena preparación es clave y se apasionan por mejorar y por un sueño.
Un día, con la preparación y su fuego interno, crean una oportunidad dorada o aprovechan la que les llega.
Lo que sigue es una entrega total, compartir la misión con otros y el reto de convertir imposibles en posibles.
Y lo consiguen siendo intrépidos, pertinaces, confiados, optimistas y abiertos al trabajo en equipo.
Logra que tu liderazgo inspire y no haga daño. Eso pide buena conciencia y mucha coherencia.
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