Acaso el más grave problema del país, después de la corrupción y la injusticia social, es una polarización que divide, excluye o enfrenta.
Cada bando se cree dueño de la verdad en lugar de buscar una conciliación y encontrar acuerdos de mutuo beneficio que es lo sensato.
Un ejemplo de la polarización es decir que muchos no desean la paz. Falso. Lo que no desean es una paz con impunidad y demasiadas o exageradas concesiones a las Farc.
Se desea una paz en la que la guerrilla reconozca y repare sus graves crímenes en lugar de llamarlos "errores involuntarios".
Se quiere una paz en la que pidan perdón con claridad y que reparen a las víctimas con todo el inmenso caudal de dinero que han atesorado con extorsiones, secuestros y narcotráfico.
Se desea una paz en la que la justicia transicional no sea tan blanda y tan poco definida. Pero eso al Gobierno no le conviene en su afán de firmar sea como sea.
El rechazo no es a la paz, el descontento es con esa paz de La Habana cuyos textos y compromisos aún son gaseosos, poco claros y elásticos.
El Gobierno debe estar más interesado en hacer pedagogía de verdadera paz, de justicia y de perdón, en lugar de estar buscando un Premio Nobel.
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