Imaginen una ciudad en la que las casas se montan unas sobre otras entre hileras improvisadas. Las calles dan vueltas inconclusas y se cuelan hasta los patios traseros. A cualquiera se le ocurre tumbar el bosque para construir, a cualquiera se le ocurre usar el río para desaguar, a cualquiera se le ocurre levantar una fábrica en la mitad de un parque y a cualquiera se le ocurre fundar el mejor bailadero en medio de los hospitales. Los conductores atraviesan toda la ciudad solo por ir a trabajar, porque viven de un lado y trabajan del otro, como irracionales. Los peatones deben caminar de tejado en tejado porque los carros se quedaron con todo el espacio de las vías. Es la ciudad sin POT, sin un plan para ordenarse en el territorio que ocupa.
Manizales tiene POT, pero lo tiene viejo. Ya el año pasado fracasamos en conseguirnos uno nuevo y cada día corremos el riesgo de convertirnos en esa ciudad de casas montadas y calles inconclusas. El panorama tiende a empeorar con la decisión del alcalde Octavio Cardona de no discutir uno nuevo, por ahora. Entre el paquete de proyectos de acuerdo que presentó para este periodo de sesiones del Concejo Municipal, no aparece el POT. Dice el alcalde que debe tomarse más tiempo, que no quiere violar la ley, que no quiere presentar algo antitécnico.
La decisión de no presentar el POT para estas sesiones, y esperar hasta marzo del próximo, no pone a salvo al alcalde Cardona de algunos riesgos.
Primero, cuando da a entender que debe empezar el proceso desde cero, no se sabe si tendrá en cuenta lo avanzado para el proyecto anterior. Así, el alcalde corre el riesgo de subestimar el paso del tiempo. Al hacer nuevas concertaciones con Corpocaldas y otras instancias, al requerir otro plazo para ser estudiado por el Concejo y al demandar más tiempo para implementarse, el poder reparador del POT está a muchos meses de aparecer.
Mientras tanto las zonas comerciales van demoliendo el patrimonio cultural del centro histórico, las zonas residenciales de estratos más altos se siguen alinderando con las industriales, las zonas de expansión van tomando las laderas equivocadas, el sistema de movilidad continúa sin brújula, las centralidades alternas no aparecen para contrarrestar el exceso de servicios y equipamientos del centro y la avenida Santander.
Segundo, al decir que empezará de cero, el alcalde corre el riesgo de duplicar esfuerzos de una construcción participativa que ya se hizo bien y que tuvo reconocimiento en el proyecto anterior. Corre el riesgo de repetirse en ese deseo de querer fundar la historia a partir de él. No es cierto que las normas exijan arrancar desde la nada. En muchos puntos no son claras y, por lo tanto, pueden interpretarse con los principios de derecho que más favorezcan el interés colectivo de la ciudad.
Por ejemplo, en un mandato de economía administrativa, se podría volver a concertar solo en aquellos puntos que tuvieron reparos. Los concejales que tumbaron el POT el año pasado fueron concretos en advertir las deficiencias en la estructura ecológica del plan, en el manejo de cuencas de los ríos, en el enfoque de las zonas de expansión, en el cronograma de obras, en el uso de plusvalías. Es así que, en lo posible, las concertaciones y nuevas interlocuciones deberían enfocarse sobre las críticas y no sobre lo avanzado.
Tercero, el alcalde corre el riesgo de quedarse sin espacio para la participación, la transparencia y la interlocución. Por un lado, la intención de empezar de cero trae la tentación de proponer varios temas nuevos. Por el otro, la apuesta de no presentarlo aún traerá afanes para cumplir con el plazo que se puso hasta marzo. En ese equilibrio que deberá hacer entre proponer temas nuevos y cumplir el plazo, podría quedarse sin maniobra y sin tiempo para presentar novedades con participación y transparencia.
Finalmente, con el paso del tiempo y con la poca maniobra para la participación y la transparencia, al alcalde le aparecerá la tentación de dialogar en privado con algunos sectores interesados en temas del POT. Corre el riesgo de negociar con ellos por separado, sin control social, y armar una colcha de retazos que no pondere los intereses de todos.
La revisión del POT siempre será un tentación para los gobernantes, porque negociar con el uso del territorio siempre deja buenos réditos con quienes se negocia. Esperemos que el alcalde se ponga a salvo de estos riesgos.
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