Esto era el confín de las proezas surgidas en los empeños de la imaginación, con deambular de nubes en estado de colapso. Y aquello fue el emprendimiento de parábolas transcurridas en la historia de siglos, con los enigmas funambulescos desdibujados en el panorama de estrellas y ocasos. Todo ha sido develado en cielos nocturnos, al paso de tiempos en vaivén. La sutileza del decir reclama presencia de vocablos en delicada contextura.
Máscaras que cubren el encanto de las flores trazan el modelo de rostros ajenos a la realidad del deseo. Barbas en árboles añosos desprenden hilos de espíritus en ansiedad. Golondrinas en vuelo rasante por las calles añoran las nubes con simulación de esparcimiento de gigantes. Lo ajeno en el espíritu expide olores de rechazo ante el mundo de los ruidos y los anatemas. Calles lineales o en corcoveo desmenuzan los pasos de caminantes perdidos en la inmensa soledad del beneplácito ambicionado.
Artículos de consenso en la palabrería vana recorren las páginas de épocas y vidas sin encontrar salida a los problemas esenciales. Sucesos se dan con el de pronto entre cortinas de humo, por nubes de observación desconocida, hacia resultados en la antesala de la marginalidad. Fronteras se expanden en el pensamiento de los deseos y las promesas, al intento fallido por alcanzar lo escurridizo de los sueños. Patentes las observaciones del pasado reproducen ahora notas espaciadas en el espíritu de los peregrinos.
Contienda de intrusas miradas en la plataforma de crueldades sin reparos, deletrea los campos con las pisadas exploratorias y en los quien sabe las sorpresas llevan a los cauces de memorias insolentes. El camino se desplaza con el tiempo, aun en contravía de los destinos pitagóricos, para acercar el futuro a los números de tangencias irredimibles. Enlaces de cordura desprevenida hacen de la regresión un portillo de escape, al tomar en cuenta el resquicio de luz entre las sombras de la palabra.
Rotundo el respirar de la piedra, en el sigilo de los minerales, asedia el paisaje y le echa una mirada al contenido de los sueños. A la puerta del olvido los labios runrunean el sonido del agua, y musitan el repliegue de las vidas. Consistencia del aire cruzado por golondrinas y palomas estremece el sentimiento de agonía, con eco en los entornos de montaña y nube. Y en el instante de la concordia, la enemistad de la piedra hace su agosto, en claustros dedicados al desdén con alegría.
Asediado por la luz el momento de sombra perece, y otros signos deambulan por los muros, a la manera de espejos en movimiento. Sequedad en las palabras ocasiona el paso lento de los silencios, en punzadas de color argenta. El frenesí comprime los espacios en la categoría de lo insignificante, hasta saciar de musgo lo callado, de fuentes represadas. Oprimente es el decir de los instantes ajenos a la luz, en vergeles atenazados por la gloria de los pétalos. La mirada fría del espejo hace con las palabras un vacío.
Lluvia en los jardines, y por las calles los paraguas danzan al ritmo del incesante goteo de las sombras, en ramajes desprendidos de un cielo gris. Al paso de las horas el día agota el camino, con un dejo de pasado similar a los melindros. Roto el quebranto de los montes se precipita el anuncio de forasteros en busca de sendas perdidas, por donde trasegar humanidades sin retorno. El destino arroja al aire los insumos de la coartada, y en la nube yacerá la impronta de sombras danzarinas.
Laboreo de siglas y de mares en la conjetura de los destinos elaborados sobre cimientos de luz. En lo tenue del crepúsculo, espíritus del recuerdo palpitan sumidos en avalancha de nieblas, contra el abismo de lo incierto. Categorías en los diálogos estremecen la conciencia transmutándola en súplica por algunos elementos que favorezcan el decir de las imágenes. Avalancha en las siglas extenúa los sueños de las voces dormidas, mientras al Este despiertan las palabras.
El ruido carcome los lugares acomodados después de acontecimientos fallidos, y queda luego el desierto en los labios. Trances de abulia sirven para escudriñar el pensamiento reducido al secreto de los minerales. Longevidad de pistilos acerca la noción del tiempo al instante válido en lo fugaz. Ruidos podrán ser graznidos o quejumbres, en la disposición de las especies anonadadas por los naufragios.
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