Cada vez se pierde más la esencia de los parques públicos en la ciudad si se trata de que estos sean el espacio indicado y propicio para la recreación o el descanso de las personas en medio de un terreno, grande, mediano o pequeño, en el que existan árboles, jardines, prados y hasta juegos infantiles, además de otros atractivos.
Y no es que no haya parques en Manizales. Sería injusto e insensato afirmarlo. Pero otra cosa es que los pocos que hay no puedan ser para el disfrute de las personas (niños, adolescentes y adultos) pues o están en malas condiciones, como suele suceder con la gran mayoría, o se los tomaron las pandillas o grupos de jóvenes para hacer de las suyas en ellos consumiendo alucinógenos de todo tipo, especialmente marihuana, sin importarles la presencia o no de personas ajenas a sus vicios.
Pero las cosas no paran ahí pues a lo anterior hay que sumarle que las zonas verdes casi que fueron copadas por los dueños de perros que sin mucho espacio para criarlos en sus viviendas o apartamentos los llevan a jugar con ellos o a que se distraigan haciendo sus necesidades en el pasto o en los espacios que usamos para caminar, siendo todavía muy pocos los que juiciosamente están atentos con la bolsa para recoger los excrementos que estos dejan en cualquier parte.
El programa de la Alcaldía de establecer dispensadores de bolsas en algunos de los parques públicos más visitados por los dueños y paseadores de los canes, los cuales mantenían invadidos de mierda, parece acertado si de frenar este problema se trata, sin embargo resulta absurdo que sea la autoridad administrativa la que haga el esfuerzo y el gasto que deben y están en la obligación de hacer quienes tienen un perro o más. Y aun así, hay muchos insensatos que ni regalándoles la bolsa la utilizan o se enojan cuando se les llama la atención para que recojan el popó que deja su indefenso o temerario acompañante.
No hay quien diga a ciencia cierta cuántos perros (de los de cuatro patas y que son conocidos como el mejor amigo del hombre) hay en la ciudad. Se necesita un censo y hasta una política local para tratar este asunto que además de muchas alegrías individuales y colectivas, puede generar serios problemas de convivencia comunitaria, como de hecho sucede, pues por culpa de lo que hace una mascota, que generalmente es responsabilidad de su dueño, en este país se registran de manera permanente enfrentamientos, ataques, demandas y lesiones, algunas de ellas mortales.
Los animales necesitan y deben tener un buen cuidado, y de eso tienen que ser conscientes sus propietarios. No obstante duele en nuestra sociedad, que es casi lo mismo que sucede en casi todo el mundo, que a un perro se le trate mejor que a un humano. Es más, hay personas que se conmueven más con lo que le pase a un can, que con lo que suceda a un ser humano abandonado en la calle.
Ahora, ¿qué va a pasar con el consumo de marihuana, por ejemplo, si se llega a permitir este sólo cuando tenga que ver con fines medicinales? A mi juicio es maravilloso y más si de aliviar o tratar males o enfermedades se trata, pero si hoy siendo permitida únicamente la dosis personal y castigando a quienes posean más de esta estamos como estamos, qué decir cuando la justificación esté en que hace parte de un tratamiento en que se encuentra el consumidor.
Vamos a tener que construir muchos más parques, temáticos tal vez, pues la mayoría serán para los marihuaneros, otros tantos para los perros y sus dueños que ya se apoderaron de varios, y algunos para el disfrute de los que no tenemos perros ni nos gusta la marihuana. O la otra alternativa es que la red de ecoparques que hay en la ciudad se convierta en un circuito de ejercicio físico por el que se muevan sólo los drogos y los dueños de perros. De esa manera quien se fume un porro o más hace ejercicio y se mantiene en forma "legal" y quien pasee su mascota no incomoda a nadie y si lo hace tiene quien lo defienda si es que va a ser atacado.
Para mí el gran reto que tenemos todos desde ya, tanto las administraciones municipales como los padres de familia es, primero, educar a nuestros niños sobre los riesgos de consumir drogas ilegales por sus efectos irreversibles pues eso de que, por ejemplo, la marihuana no hace daño es un absurdo; segundo, acabar con el microtráfico y buscar que haya centros autorizados de consumo para quienes sean adictos con el fin de poderles ayudar a manejar su dependencia, y tercero, defender hasta con policía que los parques mantengan en buen estado y que sean para el disfrute de la gente y de los niños, sin mierda de perro y lejos de los drogos. Lo otro, que ya es anarquía, es separar espacios, tipo La Gotera, para darle rienda suelta al desenfreno por la inofensiva cannabis.
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