Si Manizales se ha transformado positivamente en los últimos años y su actual administración ha logrado importantes resultados y acciones a partir de una apuesta de gobierno que, hasta donde hemos visto, no le ha dado margen a la corrupción ni a los escándalos por dudosas o sospechosas acciones orquestadas desde la alcaldía, lo de Villamaría, el vecino municipio, también merece el reconocimiento público.
Allí en la llamada villa de las flores su actual alcalde puso al servicio de la comunidad urbana y rural el presupuesto público, aquel que en pasadas administraciones se feriaron dejando obras a medias, mal ejecutadas o no realizadas, cuando no fue que costaron dos o más veces el valor inicialmente establecido, mientras sus habitantes eran testigos mudos de francachelas que favorecían a una corrupta dirigencia política que después se sacaba los ojos entre sí por la repartición del botín.
Fueron épocas aciagas en las que el presupuesto estuvo al servicio de los jefes políticos de los alcaldes que sin mayor obstáculo lo ponían como caja menor para que el barón electoral de turno saciara su apetito voraz y mantuviera el dominio del pueblo a partir de dádivas o de asignación de contratos amañados o amarrados, tareas que cumplían uno y otro dirigente clave, con la complacencia del entonces mandatario.
Y era una actividad de miedo pues no podemos olvidar que Villamaría fue por años y hasta no hace mucho tiempo escenario de disputas políticas algunas de las cuales se solucionaban a bala. Allí algunos que se interpusieron en el camino de otros que tenían proyectos de dominio electoral o no cumplieron lo prometido murieron, fueron atacados y silenciados, o se tuvieron que ir porque como decían quienes conocían ese bajo mundo, "la plaza se calentó".
Tampoco se puede olvidar que la justicia algo ha hecho frente a acciones dolosas cometidas en ese municipio por exalcaldes y funcionarios de alto rango quienes, en su momento, tuvieron que pagar condenas en la cárcel tras comprobárseles acciones premeditadas con dineros públicos que no se invirtieron bien o simplemente fueron desviados con otros fines. De eso hay muchos ejemplos del pasado, aunque otros tantos se cometieron impunemente.
Muchos manizaleños recordamos aún el Villamaría de hace 30 años o más, aquel al que se iba en plan de paseo para comer chorizos y mazamorra, y al que se llegaba por una carretera incómoda y estrecha que comenzaba en Manizales. También estaba el plan más rural que era visitar extensas fincas de La Florida o ir a nadar a Chupaderos, donde se hacía sancocho en leña prendiendo fogones a orilla de la quebrada mientras se aprovechaba para lavar el carro y jugar con los tradicionales balones de caucho que tenían en relieve las letras del abecedario.
Hoy eso que era plan de todo un domingo se acabó pues gran parte de esa zona rural de La Florida se transformó y es ahora espacio de viviendas en condominios o de lujosas casas levantadas en parcelaciones que dan la sensación de exclusivas áreas, mientras la quebrada perdió su encanto pues redujo su caudal, el agua parece contaminada o simplemente es sitio para la extracción de material de río. Mejor dicho, el paseo de olla hace rato se dañó.
Quizás todavía le falte mucho por hacer, o se haya equivocado, como es normal entre humanos y más cuando se administra para atender las necesidades de un pueblo que venía del caos y del desorden absoluto, sin embargo hoy Villamaría es otro en términos de confiabilidad y de inversión gracias a su alcalde, Jairo Antonio Valencia, que ha sabido priorizar lo más importante, que le tocó enderezar entuertos y que ha demostrado en una plaza difícil, donde los enemigos dolidos están al acecho, que sí es posible hacer cosas sin robar. Por lo menos eso es lo que hasta ahora se percibe. Si no es así que hablen los organismos de control o que la comunidad también se pronuncie, a todos se les escucha.
Ya con cable aéreo operando, que no fue obra de esta administración, pero que sí tuvo que ordenarlo en cuanto al sitio de su estación; con cancha sintética, que sólo existía como idea; con intercambiador vial, que lo construyó el gobierno nacional a través del Invías, pero que algo tiene de gestión; con una clara propuesta de remodelar el viejo parque principal, ante la cual hay quienes extrañamente se oponen; con cierta dinámica comercial que crece; con un sector rural atendido medianamente de acuerdo con la existencia de recursos, Villamaría comienza a mostrarse progresista y da pasos para dejar de ser simplemente un pueblo pegado a la capital.
Muchos beneficios más pueden venir para Villamaría y Manizales si ambos siguen su trabajo juntos, si se eligen gobernantes confiables y si se establece cuanto antes el área metropolitana. Y es que eso de que los manizaleños, incluidos muchos de buen nivel económico, se estén yendo a vivir a lo que antes se veía como un pueblo es muestra de que hay cosas que han cambiado. Bienvenida pues la integración y bienvenidos siempre los buenos mandatarios.
AL MARGEN
Cada vez se hace más tedioso, especialmente en horas pico, el tráfico automotor de Manizales hacia la zona industrial y viceversa. Primero, se necesita cuanto antes la doble calzada y que se vea el interés de construirla; segundo, no puede ser que el manejo del caos en la glorieta de San Marcel esté en manos de un agente de la policía, se necesitan por lo menos tres, y tercero, hay que ordenar el paso por el puente La Libertad donde hay peleas por la vía todos los días. Lo que pasa en este sitio impacta negativamente la zona industrial y a la ciudadela La Enea.
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