Una buena parte de colombianos estuvo inicialmente de acuerdo con la audaz pero muy peligrosa determinación del señor Santos de, siguiendo las órdenes de su hermano Enrique, uno de los más renombrados oligarcas de izquierda, convocar a conversaciones por la paz, sin que la mayoría tuviera el menor conocimiento de ello.
Los que desde el principio no estuvimos de acuerdo con entrar a considerar a estos malhechores, causantes de tantas desgracias, como merecedores de sentarse en la mesa de conversaciones sin antes haber dado las mínimas muestras de credibilidad ante las duras épocas que se veían venir, por la improvisación que mostraba el gobierno frente a la astuta preparación que han hecho gala los timochencos y sus secuaces, rechazamos de plano esta estrategia.
Fue así como después de tres larguísimos años, soportando sus actitudes hipócritas y mentirosas, y las explosiones de ingenuidad tanto del gobierno como de los políticos como Barrera, Benedetti, y Serpa, para nombrar solo a los que saben que su entusiasmo, así sea de inmensa falsedad, es el que les permite seguir sentados al lado del todopoderoso, y que para un político de la categoría de los mencionados, esta es la posición que mejor les cuadra para seguir ejerciendo su voluntad por encima de las necesidades de su patria.
Pero, de repente, los momentos de optimismo se están convirtiendo en terribles pesadillas, y lo que a ratos parecía un triunfo del gobierno, comenzó a mostrar la faceta de mentiras que esbozan unos individuos sanguinarios que lo único a lo que aspiran, como lo han demostrado tantas veces, es tener el poder en sus manos para seguir utilizando el terror y continuar con su gigantesca fuente de riqueza, que es nada más ni nada menos que el maligno narcotráfico.
Ahora, confirmando los hechos, nos estamos dando mejor cuenta de que lo único que han hecho hasta el momento los bandidos es prepararse para seguir montando sus estrategias terroristas y financieras, esta vez con mejor equipamento, y comenzar a gozar de la bienvenida con que inocentemente los reciben los países nórdicos, que en medio de su ignorancia sobre los sufrimientos de nuestra gente siguen creyendo en pajaritos preñados y en la bondad social de estos personajes.
El miércoles pasado oí al señor Santos decir en la plaza pública de Pasto, que se sentía desilusionado con las actitudes de las guerrillas, y que hasta había pensado en tirar la toalla. Pues ojalá lo siga pensando y se haga realidad un cambio de mentalidad, volviéndose más realista y deje de creer que estas conversaciones sí nos van a concretar la tan ansiada paz.
Seguramente todavía queda gente que sigue pensando con el deseo, pero si hacemos un análisis frío y práctico, se tiene que reconocer que los escépticos hemos sido los que, desgraciadamente, teníamos la razón. Ojalá que el país que nos devuelvan sea mejor que el que nos quitaron y que, por fin, algún día no muy lejano podamos vislumbrar una venturosa paz.
Tenemos que preguntarles al jefe de Estado y a sus asesores, algunos de los cuales son unos verdaderos patriotas, como el Dr De la Calle, si de verdad creen que antes de terminar este mandato podremos vislumbrar un panorama más claro que las nubes que en este momento nos rodean.
P.D.: Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callarse.
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